Sopla en Los Ángeles, más concretamente en Hollywood, un curioso aire que te hace querer estar más sano, más atlético, más guapo, más joven… incluso menos reconocible. Cambiar. No diría que, necesariamente, mejorar, pero sí evolucionar. Lo hacen todos en la Meca del espectáculo. Desde la estrella más fulgurante, al camarero que sirve mesas esperando que alguien le dé la oportunidad de su vida. Todos se retroalimentan de este sueño tan americano de convertirse en parte del star-system.

Los niños que han crecido en este ambiente nacen chupando de esta teta que les alienta a superarse, sí, pero también a ser competitivos como ellos solos. Competitivos por la apariencia. En este complicado clima nació y se desarrolló (y continúa haciéndolo, no lo olvidemos, pues no es más que una adolescente) Kylie Jenner. La menor de un clan en el que cada hermana tenía que tener algo. Kim Kardashian tenía su magnetismo, sus curvas de infarto, Khloe la espontaneidad, Kourtney, la seguridad que da ser la primogénita y la confianza necesaria para no tomarse a nadie de su familia demasiado en serio, Kendall la moda, ¿pero qué tenía la tímida Kylie?

A punto de cumplir 19 años, la hija menor de Caitlin y Kris Jenner es una de las figuras más destacadas de su familia. Se ha hecho a sí misma de la manera más literal. Cuando nadie daba un duro por ella, la adolescente descubrió su nicho. Cualquier experto en marketing os dirá que eso es lo primero que debe buscar una marca, y ella lo encontró con solo 17 años. El maquillaje sería lo suyo y montaría todo un imperio a su alrededor. Aún paseando los libros del high school, Kylie empezó juguetear con sombras, pinceles y barras de labios. Se empeñó en hacernos creer que el aumento de sus ya famosérrimos labios era producto de su habilidad con las brochas y no fruto de unas infiltraciones. Todo mentira, claro. Su cirujano ha detallado qué retoques se ha hecho a su corta edad, desmontando el mito de que sus nuevas facciones habían sido conseguidas con el ‘contouring’. Vamos, ni que fuera la Miguel Ángel del sombreado de rostro… El médico, Simon Ourian, que lleva esculpiendo años las caras de estas hermanas, ha asegurado que, además de lo evidentísimo de los labios, por sus manos también han pasado los ojos de Kylie, su nariz, barbilla, pecho, caderas… hace unos meses para InTouch, él calificaba este brutal cambio como una “maravillosa metamorfosis”. Jenner es otra. Ni mejor, ni peor que antes, pero otra. Sin haber cumplido los 19 años y aún sin poder beber de manera legal en los clubs que frecuenta, Kylie ya ha mutado de cara.

Y me parece que tiene mérito lo suyo. Visualizarse de una manera, y conseguir convertirse en eso tiene hasta cierta poesía. De ser la hermana olvidada, a la protagonista. Lo que es una pena es que para poder sobresalir lo haya tenido que hacer empleando el físico. Pero hablamos de las Kardashian, y en su mundo la jerarquía está muy clara. Kylie lo aprendió bien pronto.