¡La pasarela Quirón! ¡La monarquía a pie de calle! ¿Se han democratizado? No solo los Reyes y compañía, sino los propios periodistas. ¡Qué tiempos aquellos en los que te advertían: “El tratamiento es señor y señora”, “no den la mano fuerte” y “no se dirijan a ellos, ¡a menos que les pregunten!”.

Los compañeros apostados a la puerta de la clínica donde habían operado al rey emérito inquirían con desenfado: “¿Cuándo vendrán las niñas?”. Y Letizia contestaba: “Mañana”. El Rey corregía: “Ejem… las princesas…”. A Felipe y a sus hermanas se les empezó a tratar de alteza y con reverencias a los diez años. De ser criaturas normales, vieron como adultos y niños se inclinaban ante ellos: “La merienda de vuestra alteza”. Primero, reían. Pero los reconvinieron y terminaron por aceptarlo. Dos anécdotas. Doña Sofía iba en avión y una azafata le preguntó: “¿Cómo están las niñas?”. Y ella respondió secamente: “Las niñas, no sé. Pero las infantas, muy bien”. Y otra. Mientras Juan Carlos hacía la mili en Zaragoza, sus compañeros lo trataban con igualitaria camaradería. Cuando su preceptor, el severo duque de la Torre, fue a visitarlo y advirtió este compadreo y que los soldados permanecían sentados cuando su pupilo entraba en la cantina, enrojeció de rabia: “¡Caballeros cadetes, levántense y póngase firmes! ¡Cómo se atreven a tratar de tú a una persona a la que yo, que soy teniente general y anciano, doy el tratamiento de alteza real!”. Ni que decir tiene que, a partir de entonces, don Juanito se quedó más solo que la una.