Se están abriendo puertas de salida para este tiempo de encierro involuntario. Y lo que pensaba que iba a ser una liberación ahora se está convirtiendo en pánico.

Lágrimas en la trinchera

Tengo miedo a volver a vivir una rutina con señales de paso. A reencontrarme con amigos detrás de una máscara que me caricaturice la risa. A no querer abrazar a mi gente porque un acto de amor sea ponerlos en peligro. A no poder decirles a mis nietos que esto que han vivido como una aventura extraordinaria, a mí, me ha paralizado por el temor de no volver a verlos.

Que esta pandemia me ha devuelto a un miedo que estaba fuera de mi vida, y consiguió atraparme de nuevo en su cueva. Que he llorado por retirarme de la guerra y también por quedarme en mi trinchera. Que he tenido tiempo para pensar en mi ayer y mi presente, y mis piernas se han quedado sin fuerzas para correr hacia ese futuro que es lo único que me queda por vivir.

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Que quiero confinarme con Sabina y hablar de besos con sabor a alcohol y deseo. Volver a mis noches en blanco acariciando la vida para que no brincara fuera de mi control. Dejar de preguntarme “¿por qué?”. Y volver a esa noria que me hacía volar siempre a la casilla de “¿por qué no?”. De simular que me importan historias que no van más allá de una fiesta de pijamas. De recordar una y otra vez lo que pudo ser y no fue. Y perderme lo que siempre ha estado ahí.

Mi vida sin la gente que quiero es una emboscada. Pero lo es más vivir la soledad como una trampa y no como un espacio donde puedes llorar y bailar sin horarios ni permisos. Disfrutar de una copa cuando se despierten tus ganas de saludar al mundo y un café cuando se estén apagando las luces de casas ajenas.

Mi blog más triste

Sé que tendría que estar hablando de la historia de amor/desamor de Hugo e Ivana en ‘Supervivientes’. Pero hoy no tengo ganas de ordenar mi casa de muñecas. Solo necesito abrir la puerta de mis recelos y salir a ver el carnaval siniestro que está dejando este virus, pero participando en el baile. Sí, soy consciente de que estoy escribiendo uno de los blogs más tristes que he hecho en tiempo. Algo se me está moviendo y eso es lo que importa.

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Payasadas, no

Volviendo a Sabina... Quiero decidir que el fin del mundo me pille bailando. Porque no sé cuánto va a durar esto, ni las secuelas que sufriremos.Pero eso vendrá después. Ahora tenemos que sacar fuerzas y girar la cabeza al terror. Volver a darnos oportunidades. Y, sobre todo, aprender que todo lo que pensábamos que teníamos era una fantasía.

Así que vamos a ponernos calentadores en los pies y a correr a cualquier sitio que nos haga respirar un aire limpio de banalidades y guerras que solo conducen a deponer las armas sin haber librado ninguna batalla que mereciera la pena. Dicho esto, solo espero que mi director no me despida por no escribir sobre las payasadas de los ‘merlosrivas’. Pero es que en este momento me importan tanto como que me suban el precio del kilo de brócoli.