Hacía mucho tiempo que no veía cómo una celebración tan esperada y colmada de ingredientes festivos acababa con los restos flotando en aguas tan fétidas. Me refiero a la boda de Rocío Carrasco y Fidel Albiac. Si caro le salió el festejo, la resaca ha superado el precio. Ya pocos callan. La familia a la que tanto amó y protegió la Jurado desfila ante la bandera del rencor y abre en canal a su niña del alma.

Suenan tambores de guerra

En estos momentos soy incapaz de discernir quiénes son las víctimas y quiénes, los verdugos. Ambos se mezclan en un baile de máscaras deformadas por el tiempo y el abandono. ¿Quién es capaz de abstraerse de esta guerra familiar? No es fácil. Es cierto que entre los Mohedano y los Ortega Cano ha habido ráfagas de disparos con silenciador durante un tiempo, aunque ellos lo nieguen. Pero Rocío Carrasco estaba blindada ante una familia que tal vez no la quisiera como decía, pero sí la respetaba, aunque ignoro si por prudencia o por miedo. De todas formas, siempre he pensado que ambas cosas van de la mano. Ahora parece que el silencio se ha roto y los tambores de guerra suenan con más fuerza que nunca. La última en unirse a ‘la noche de los cristales rotos’ ha sido Raquel Mosquera. Nos dio una entrevista en el ‘Deluxe’ y creímos que había vomitado el reflujo guardado durante años. Pero el viernes asistimos a un auténtico cólico verbal.

Dibujó a una Rocío, al menos para mí, desconocida: una persona atrapada por una relación que la aleja de cualquier afecto que la una al pasado familiar. Narró escenas paternofiliales que nos dejaron en silencio a todos y arañó el pasado de Rocío dejándolo hecho jirones. La conozco desde pequeña y mis recuerdos con sus padres nada tienen que ver con los testimonios que estoy oyendo ahora. ¿Será capaz de reconstruir una imagen hecha pedazos? El mutismo público ya no la favorece. Por otro lado, cualquier salida al exterior provocará una lluvia de piedras, me temo. No sé cuál está siendo la actitud de Fidel en este momento. Ni la parte de culpa que tiene en todo esto. Solo espero que se ocupe de recomponer y no de reponer más odio. Dicen que él tiene las llaves de su vida. No lo sé. Si es así, espero que las utilice para abrir puertas y dejar que los abrazos que se fueron vuelvan, intentando olvidar el motivo del desahucio emocional en el que viven.

Escapada en familia

Estoy en Amsterdam. Esta mañana Alba y yo hemos acompañado a Alexander a un concierto en el Auditorio. Han tocado a Brahms y Beethoven. Mientras los oía, miraba de reojo a mi nieto y pensaba que ojalá la vida le suene siempre igual que estas notas. ¡Los quiero tanto! No me imagino la vida sin estar prendida a mis raíces.