Y, hablando de desnudez, quiero hablar de la fragilidad y la ternura de Rocío Flores en ‘Supervivientes’, y la falta de empatía de las amigas de Rocío Carrasco. No puedo entender cómo pueden seguir vapuleando a una niña que pide a gritos que su madre vuelva a su vida. Ya no me sirve oír que ojalá supiera la verdad, porque me importa a estas alturas entre poco y nada. Lo único que veo es a una hija suplicando.
Probablemente un perdón es posible, pero sobre todo un abrazo, aunque sea a distancia. No puedo imaginarme qué puede hacerte sentir tan distante de tu hija cuando nos rompe a los que no la conocemos. Un día, Rocío madre, antes de entrar en el plató de ‘Hable con ellas’, en el pasillo entró en cólera y tirando el bolso contra la pared nos dijo que nadie tenía que hablar de su hija, porque solo ella la había parido y era su obligación protegerla, de ahí su silencio.
Ahora me gustaría que dijera lo mismo a su entorno cuando se permiten dudar del dolor de su hija, que aislada en circunstancias muy duras se ha dado más cuenta que nunca de la soledad que le produce su ausencia. Ella no callará nunca mientras permita que su gente sean sus mensajeros. No hay nada peor que los falsos silentes y los mensajeros serviles que están inutilizados para la crítica de su correo. Y aquí me voy a quedar. De momento.