Tamara Falcó es, sin duda, el único personaje que me produce alguna emoción en la familia Preysler-Iglesias-Boyer-Falcó. Unidos en casi todo, menos por el talento. La matriarca Isabel ha rellenado esta ausencia con la incorporación de sus dos últimas historias de amor. Boyer y Vargas Llosa. Boyer era un funambulista del socialismo. Y al final se quedó enredado en la pandilla más guay y corrupta que se ha ‘desconocido’ de aquellos años en los que hacían y deshacían los ovillos económicos de este país. No se diferenciaban mucho de los Roca, Gil y Julián Muñoz. Pero ellos tuvieron la listeza de no revolcarse con folclóricas que mostraban sin filtros sus saqueos.
Y ahí estaba la ‘reina de corazones’, con su sonrisa encriptada, dándoles portadas a las revistas que los vestían de gala y respeto. Boyer intentó proteger su esencia jugando poco al corre que te pillo de la publicación amiga de su mujer. Según Terenci Moix, que adoró a Boyer, Isabel no se lo ponía fácil. Y alguna vez bajó la cerviz ante los ruegos de su esposa.
Sorprendentemente, con Vargas Llosa le está resultando muy fácil volver al foco mediático que, según me cuentan, echaba tanto de menos cuando cuidaba con exquisita dedicación a un marido que ya no compartía con ella ni conversaciones ni sexo. La Preysler siempre consigue minimizar la importancia de sus parejas y resurgir manteniéndolos a su servicio.
El cumpleaños de Tamara
Y hablando de servicio. Tamara ha celebrado un cumpleaños con el ‘staff’ de mamá en su ‘office’. Ha soplado un ‘cupcake’, tal vez porque una tarta era más propia de salón que de cocina de empleados. No lo sé. No le quito mérito a Tamara por colgar en las redes su buen rollo con los empleados. Pero, sinceramente, yo les habría llevado a cenar a algún sitio especial, donde ellos se hubiesen sentido libres de uniformes y pleitesía.
Por cierto, Tamara, llevar animales inocentes, asesinados para vestirnos, es ser cómplice de estas matanzas. A tu madre no creo que le interese este asunto tan banal para sus ‘looks’. Pero, créeme, yo me informé de lo que había detrás de estos mercaderes de pieles, y jamás me arrepentí tanto de haber contribuido a este comercio de maltrato animal. Los animales están tan desprotegidos como tus seguidores con sobrepeso, que han encontrado en ti una mano amiga que los conduce a no sentirse aislados ni ridiculizados. Confío en ti. Y ojalá utilices tu voz para algo más que promocionar resorts de lujo. Hasta siempre, Tamara.