Este fin de semana me he reencontrado con Kiko Rivera. Lo he visto más sereno, pero también más convencido de que su victoria pasa de alguna forma por ciertas derrotas. Y esta es la necesidad de recuperar a su madre, o lo que queda de ella. Cuando oigo las reacciones de Pantoja, instalada en su Partenón de Cantora, siento mucha lástima por ella.

No entiendo que alguien que tenga todo a su favor para respirar y disfrutar de los suyos se encierre en un pulmón de acero y sea capaz de tener más necesidad de cuidar de esos gatos que rondan por la finca que de abrazar a esos nietos que según me contaba ella la llenaban de vida. Sí. Cuando veo cómo desprecia todo lo que la vida le da, me revuelvo. Cantora no debería ser un sitio lóbrego y cargado de lamentos y reproches. Yo haría, en estos momentos, un parque de atracciones donde el único billete de entrada fuera la risa. Esa medicina que necesito tanto y que, a su vez, me cuesta tanto conseguir.