Casi dos semanas de arresto domiciliario, aunque sea voluntario, me está dejando tocada. Me he dado cuenta de que no tengo alma de ‘voyeur’. Me revuelvo si no puedo participar en los corrillos, aunque estos sean movimientos de noria. Y digo esto porque en el rastreo del exterior me encuentro con movimientos lentos y familiares. Desde la lejanía, la pasión por los asuntos ajenos se disuelve como trozos de hielo.

Me entero de dos separaciones, que aunque estaban cantadas para mí, me habrían dado para varios artículos de este blog. Ahora que me pongo a ello, solo me van a dar para algunos comentarios oídos aquí y allá .

Mar Flores ya no tiene a Elías Sacal paseándola por los mejores circuitos sociales. Alguien me comentó en una cena que esta pareja duraría el tiempo que necesitara el mexicano para acercarse a un político cercano a Mar, con el que tendría interés en cerrar negocios muy lucrativos. Parece que los tramos se estaban haciendo largos y este ha abandonado la pista.

De todas formas, Mar tiene muy claro en qué terreno abonar. Estoy segura de que pronto la veremos vendimiando de nuevo con otro acompañante del mismo perfil.

Lo de Álvaro Muñoz Escassi es más o menos lo mismo. Las mejores cabalgadas del jinete han sido alrededor de mujeres que le permiten practicar su deporte favorito a cambio de una vida regalada.

Lo peligroso de la carrera de estos personajes es que el tiempo juega en su contra. Y sus galopes van perdiendo gracilidad. Pero bueno, les deseo suerte. O no. Sinceramente, me la bufan ambos.

Este fin de semana ha venido Alba a verme y hemos disfrutado comiendo sushi y viendo en Netflix ‘Grace & Frankie’. Cuando se va, me doy cuenta de lo mucho que la echo de menos. Ella me da la vida, es capaz de levantar mi ánimo por el aire y convertirlo en burbujas de colores. Después de esto, nada mas que decir. Solo que en momentos como este me doy cuenta de lo afortunada que soy con mi entorno familiar.