Pues parece que este confinamiento no nos está sirviendo para aplacar los ánimos, sino todo lo contrario. Ya sabéis que no soy de meterme en redes, y cada día menos. Pero es inevitable que me lleguen las guerras que mantienen sus consumidores. Y lo cierto es que cada vez me aparto más de este medio. Igual que intento tomar distancia con el juicio a Terelu, que parece estar otra vez en el banquillo de los acusados.

A pesar del tiempo que ha pasado, sigo siendo retratada como el verdugo más cruel que ha tenido ella en un plató. “¡Manda huevos!”, cómo dijo Trillo. Pero tampoco voy a meterme en más charcos.

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Parece que me indigno yo más que parte de su familia, que confraterniza con los mismos compañeros con los que yo me puedo llegar a enfrentar. Bueno, yo sigo intentando que no me salga la mala uva que llevo dentro, porque no favorece a mi herpes. Así que me mantengo pegada a mis series y a mis meditaciones. Aunque estas dos distracciones hacen lo que pueden, son incapaces de evitar que me posea ese demonio de Tasmania que ha logrado abrir mis candados de salida, y aquí lo tengo, dando volteretas por mi casa. Anoche estuve pensando en “el día después”. Y la verdad es que no soy muy optimista con lo que estoy viendo.