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Este sábado tenía cena de empresa con mis chicas de Láser Fusión y no puede ver nada de lo que sucedía en los corrillos televisivos. No vi el ‘poli’ de María Jesús Ruiz, ni los borbotones emocionales de su íntima enemiga Mónica Hoyos. Admito que me aburren ambas lo mismo que la ex de Matamoros contando historias imaginadas en esa burbuja que la aísla de una realidad cargada de agujeros negros y sueños sin cumplir. Ambas son muñidoras de una vida tan apartada de la realidad que no son capaces de recomponer el puzzle de sus mentiras. Se han creído modelos internacionales y estrellas televisivas. Y, al final, se han quedado en dos náufragas que se han agarrado al primer palo que las sacara de la isla del olvido.
Mis recuerdos de chiquetete
Me meto en internet a ver qué ha sucedido y me encuentro con la muerte de Chiquetete. Y ahí estoy perdida en la importancia de la noticia. Antonio Cortés fue un grande. Y sé que su hijo Manuel, a pesar del sufrimiento que le produjo la historia con su madre, nunca ha dejado de quererle y admirarle. Esta es la grandeza de un niño que no ha sido capaz de sacar el más mínimo odio por una infancia que no se merecía. Y mi compañera Raquel Bollo tuvo mucho que ver en esto. Fue un pesadilla para ella, pero también sé que le va a gustar que le recordemos en los años de gloria que tuvo como artista. Yo conocí a Antonio en algunos días que nos dio el amanecer cantando con Paco Cepero en algún garito de Marbella con el padre de mi hija, disfrutando de esos momentos que nos regala la vida y se quedan para siempre en tu memoria. Pasaba lo mismo con la Jurado. Regalaban a su gente en la intimidad todo lo que tenían atrapado en la garganta. Ellos fueron geniales en lo suyo, aunque también tuvieran huecos en su vida personal.