Mal día para escribir. Estoy triste y cabreada al mismo tiempo. Pésimo maridaje. Hoy tengo ganas de salir corriendo a cualquier sitio donde el único ruido sea el silencio. Belén Esteban y yo estamos en los primeros puestos de las más votadas para ser despedidas del programa. También hemos conseguido puestos preferentes entre las más falsas y las que menos aportamos. Tal vez sea así. Ahora las potentes mediáticas trabajan más fuera de los platós que dentro. Pero yo prefiero tomarme un gin-tonic con ella y Rorro que asistir a actos en los que la sonrisa forzada te acaba produciendo un agudo dolor de mandíbula.

Las amistades mediáticas

Este artículo me va a dejar en el desierto más absoluto de las amistades mediáticas. Pero me apetece despedirme así de ellas. No he comprado la revista de la boda de Rocío y Fidel, lo reconozco. Pero Miguel, mi estilista y amigo, ¡sí! Íbamos en el coche a Ifema para visitar a Elia (la reina de las perlas), Cuca (hija y cuidadosa heredera de su madre, Carmela Rosso) y Juan (responsable de la agencia Brian Park) cuando Miguel me puso la revista enfrente. “¿Qué te parece?”, me preguntó. Qué pereza me dio saber que la respuesta pasaba por el visionado previo. Nada nuevo.

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Obscenidades de salón

Dentro, fotos y más fotos sin ningún interés. La novia sonriendo. El novio con cara de “nunca he sido más feliz”. Y los invitados poniendo caras plastificadas para salir lo mejor posible en la foto; para que los diseñadores que les cedieron la ropa, vendan la alegría que produce enfundarse en sus diseños. Y seguí pensando que prefiero pasar una tarde con Belén en el Mercado de la Reina –ahí la risa está asegurada– a patearme un espacio saludando a gente que jamás vendrán a verme a ningún sitio sin flamenco y copas gratis. Belén está triste y lo manifiesta. Ella sabe que va con la verdad de la mano. Pero me recuerda mucho a mí. Jamás se imaginaba que depositar su confianza en alguien que la abrazaba como si la quisiera fuera un acto de complicidad con un asesino de almas. Belén está limpia de obscenidades de salón. Cuando ríe, te contagia, y cuando llora, te empapa el alma. Esa es la gente que me hace seguir saltando al abismo. No sabe fingir una mueca y drena cualquier filtro que la proteja. Belén Esteban tal vez no sea un personaje de ciertas revistas que compran guiñoles sin identidad, pero es cierto que, cuando entra en plató en chanclas y sin maquillar, el público enloquece.

Amor sin maquillaje

La boda de Rocío ha sido un paripé que ha ensombrecido una historia de amor que no necesitaba tanto maquillaje. Soy muy reacia a las bodas y las reuniones de muñecas hinchables. Sin embargo, ojalá algún día Belén y Miguel decidan dar el paso de casarse. Esa ceremonia reunirá a seres descalzos de protagonismo y no tendrán que invitar a ella a compañeras de cama, que están muy de moda.

El mundo real

Belén Esteban va por libre. Y yo quiero correr tras ella para revolcarme en el mundo real. Belén, que la vida nos siga regalando la sonrisa sin retoques. Te quiero, amiga.