El maestro Espartero pronunció una frase legendaria a un novillero que le avisó en una corrida del peligro de uno de los toros. “Más cornás da el hambre”, le dijo. Ortega Cano seguro que cambiaría cada día esa frase por: “Más cornás da la vida”. Así parece que está siendo con él.
La biografía de Ortega se está escribiendo con tintas manchadas por la tragedia. Parece que la fatalidad se ha adherido a su vida como un toro que se pega al capote para pillarte desprevenido y embestir. No sé cuantos ha lidiado. No soy taurina, ni entiendo la fiesta. Así que, antes de la relación del maestro con Rocío Jurado, para mí era un absoluto desconocido.
Su boda con ‘la más grande’ me pareció un esperpento y según iba escuchando historias de esta unión por su familia más me desapegaba del personaje. Casi nadie que estaba al lado de la Jurado hablaba bien de él. Sobre todo, los Mohedano. Le acusaban de tacañería con el dinero y poco febril con Rocío. Con el tiempo me he dado cuenta de que los que hablaban de usura afectiva, luego pintaron su memoria con grafitis que han caricaturizado la grandeza de la artista. A pesar de lo que diga ahora con el lenguaje de la rabia y el fracaso, su excuñada.
Yo quería y admiraba a Rocío Jurado.El viernes pensé mucho en ella viendo las imágenes de su hijo José Fernando perdido. No solo por las calles, sino por su vida. Una vida que si alguien o algo no lo remedia, tiene un final próximo y trágico. Pero también me acerqué más que nunca a Ortega Cano y a su familia.
He sido muy crítica con el torero. Teníamos una pésima relación. Incluso le oí decir en directo una vez que entró por teléfono en ‘Sálvame’ que yo era una mala persona. Tal vez lo fui con él. Pero tenía la imagen de Carlos Parra y su familia presente. Me pareció que tenía responsabilidad con lo que sucedió y así lo dictaminó un juez. Cumplió su pena y su actitud cambió. Le vi hace poco y tiene marcada en la cara la tristeza y el cansancio. Debería ser un momento tranquilo de su vida. Tiene a una mujer que según ha pasado el tiempo, se mantiene en la sombra dándole la mano cuando camina perdido. Tiene un hijo muy pequeño que necesita crecer sin miedo. Me pregunto cómo hará Ortega para encontrar un rincón donde llorar por su otro hijo. No lo tiene fácil, no