Me producen un tremendo desprecio los cobardes que envuelven su envidia con ropajes de gladiadores vestidos con atuendos de atrezo.
He intentado recuperar la figura de Matamoros, por aquello de la nostalgia, pero he aprendido que no se puede defender un producto caducado.
Reconozco que me prendo a la nostalgia como un lactante al pezón materno. Pero está bien que me arranquen de esta pulcritud emocional los chamarileros de la moral y de la crítica sin más razón que sus derribos.
No puedo negar que el marido de la señora que ha narrado durante años un ‘affaire’ con Brad Pitt me provocó algo de afecto, pero también es verdad que me cuesta no repartir mi pan con alguien que esté en la mendicidad.
Kiko Matamoros se despidió de ‘Sálvame’ y está más presente que cuando trabajaba en él. Baila cada día en cada llamada del programa y trota en cualquier ‘photocall’ que lo mantenga fuera del olvido. Su despido en diferido y su incoherencia lo están convirtiendo en un ser desdibujado, ridículo y con la brújula perdida en un bolsillo de fondo roto. Pacta posados robados y robos en su pasado. Se mueve en un mirador desdibujado por lentes que le roban la visión por encima de ese glaucoma que me hizo llorar. ¡Qué se la va a hacer!
A veces, en travesías de calma, me siguen secuestrando los piratas. Pero yo sigo navegando en paz mientras otros van a la deriva manteniendo timones desgastados por el arrastre de evitar la ciénaga. Allá ellos. Yo voy a continuar salvando mi vida y a mi familia con la decencia que me permite la firmeza que me dan para protegerlos. Mis puertas están abiertas al sol. Los que vivan en la oscuridad de sus trampas… ¡que tengan suerte! Yo deseo paz y amor a todos, incluidos los que se van para quedarse. Por mí que no quede la colaboración para que sigan presentes.