Estoy pasando del silencio al murmullo y, en muy poco tiempo, al ruido de mi trabajo. Pero lo cierto es que mi vida se está poniendo en pie de nuevo. Cuando volví al plató el sábado sentí que estaba cruzando a la otra orilla de estos meses en los que he vivido días muy duros.
Ternura por Avilés
La soledad, el dolor y el miedo unidos no son una buena compañía. Pero creo que he conseguido convivir con ellos sin que me dejen marcas visibles. Ahora, a mirar al frente y a seguir caminando a cualquier sitio que me aleje de este tiempo. Estoy consumiendo con avidez las historias de José Antonio Avilés y me está produciendo muchas sensaciones.
Por un lado, estupor por la capacidad que tiene de manejarse con tan pocos medios en un mundo de profesionales. Por otro, cierta ternura cuando oigo los testimonios de sus fantasías. Espero que a su vuelta se ubique y entienda que el medio donde trabajamos te puede aupar un tiempo, pero también engullir en segundos. Ha cogido carrerilla en un arcén equivocado. Lo que más me sorprende es que nadie le haya corregido los pasos. En el entorno de Avilés hay mucho silencio y demasiada flema con la que le está cayendo.
Su futuro en la tele
No creo que su afición al enredo venga de ahora, porque se le ve muy entrenado. Lo que me gustaría saber es si esto le va a compensar en un futuro cercano, y si la gente que le quiere le va a tocar la palmas por haber conseguido ese sueño de ser el protagonista de la noticia. Mucho me temo que la mediocridad de los que le han apoyado en sus presuntas fechorías le seguirá aupando.