La semana que me doy el tratamiento de quimio siempre me deja atrapada en la niebla. Veo con dificultad el camino de vuelta y me vuelvo cada vez más laxa en la esperanza. Este panorama vírico no ayuda. Ahora nos enfrentamos a una nueva cepa que parece que se desdobla y entra en nuestro cuerpo manejando el silencio de las alarmas como un delincuente con experiencia que se instala sin dificultad. Todo nos confina en el miedo y la soledad. Ya me cuesta imaginar abrazos, reuniones y normalidad, y eso te deja desnuda ante el frío de esta pesadilla que estamos viviendo.