Con el tiempo me alejo más de las fiestas nocturnas. No soporto el ‘photocall’. Veo a mis compañeros fotografiando con cara de aburrimiento y los entiendo. Pasan horas esperando que algún famosillo les regale una sonrisa a modo de donativo. Pero esta semana acudí a los premios Chicote. Iba en el coche con una sensación desconocida. Tuve tentaciones de decirle a mi conductor que diera la vuelta, pero algo me atrapaba como un imán. No era algo... era ALGUIEN. Me iba a reencontrar con Pablo Alborán. Me va a resultar difícil explicar qué me sucede con él, pero voy a intentarlo.

Artículo recomendado

El universo ‘Sálvame’ se convierte en obras de arte gracias a Mariscal

El universo ‘Sálvame’ se convierte en obras de arte gracias a Mariscal

Mi vida ha sido un revoltillo y he intentado olvidar lo que me hacía daño. Durante el tiempo que me perdí en el miedo y la ausencia no podía, ni quería, llorar. Una tarde en ‘Sálvame’ apareció alguien con una guitarra y una luz que cegó a cualquiera que no fuera él. No podía dejar de escucharlo. Me enamoré de esa voz y de ese aura que nunca he olvidado. Desde aquel día, lo escuché muchas horas para reconciliarme con ese dolor que estaba reclamando salir. Mi amor por Pablo Alborán es tan intenso que va mucho más allá de la piel. Cada día que necesito que alguien me cuente qué pasó, él me hace recorrer mi ida y abrazarme a mis aciertos y desaciertos. Pablo no solo canta. Nos cuenta que la soledad y el desamor nos hacen crecer en el tumulto de la mediocridad emocional. Habla de naufragios con el canto de la playa.

Rubén, el alma de Chicote y mi amigo, no podía creer lo que veía cuando me encontré con Pablo. Temblaba como una adolescente. Lo abrazaba como una niña a su cuento. Y no era porque me sintiera pequeña. Quería decirle que me gusta perderme en el desierto del tacto que te arranca la mugre. Como cada día que escribo, tengo su música de fondo. Y a veces, más que oírlo intento ver a través de sus ojos esa tristeza que hace equilibrios para esconderse cuando sale al patio de los medios. Pablo, algún día me gustará contarte que has sido y sigues siendo mi terapia emocional. Pero ese encuentro será en privado, con amigos y una guitarra que nos acompañe a llorar hasta que se nos cierren los párpados. Gracias por llevarme a través de tus canciones a sacar mis recuerdos secuestrados en un cajón durante años. ¿Te confieso un secreto? Has conseguido que mi piel hable de nuevo. Ya te contaré.