Nunca me han gustado los circos demasiado porque siempre me fijaba, sin reflexionar por mi edad, en la mirada triste de los animales que seguían las órdenes de su adiestrador. Pero me gustaban los payasos. Ellos tenían la capacidad de hacernos reír a pesar de sus accesorios y muecas pintadas de amargura.

Desfile de muertos vivientes

Ahora siento que estoy representando algo de lo que sucedía en esa carpa. La diferencia es que a la carcajada cada vez le dejan menos espacio. El espectáculo se hace a golpes de casting de muñecos que han tomado vida después de un largo tiempo manoseado sin interés por su incapacidad de distraer. Y ahora el “¡Pasen y vean!” nos depara un desfile de muertos vivientes que intentan tomar vida, aniquilando la de los que les molestan en el nuevo camino. La chulería es el arma de los que no tienen acceso al talento. El rencor pertenece a los que tienen una enorme incapacidad para el éxito. La vanidad es el único alimento que puede digerir un fracasado. Y el ataque descontrolado solo te lleva a darle estrategia para tu derrota final al enemigo.

Cerca de las prostitutas

He pasado por todos estos estados y puedo asegurar, ahora, que el mejor es la limpieza y la determinación de alejarme de cualquier perfil que me haga apartarme de lo que he conseguido. He logrado estar más cerca de las prostitutas que no engañan que de los tapado/as que las escupen ejerciendo el mismo oficio; de los que se desnudan para que alguien les dé un abrigo y no de los que se tapan con jirones parcheados de mentiras; y de los que lloran a solas y no desprecian ni critican. Mi carrera acabó en la meta que me fijé. Ahora no me puedo consentir dejarme arrastrar por los torpes que quieren llegar al objetivo con su propia incapacidad para ver el final más allá de sus tropezones.