Recibo un mensaje de mi director Luis Pliego: “¿Tenemos blog?” Y ahí me quedo en blanco. En el primero después de mi vuelta, publicado la semana pasada, me apetecía volcar el contenedor de basura que llenaron algunos tontos que buscaban ese aplauso que les infla sus pulmones mediáticos, y otros sobrantes que se arrodillaban ante una productora que, según ellos, les animaba a arremeter contra el concursante fuerte, siempre según ellos, a cambio de un contrato como colaborador perpetuo. Sé que algunos/as se están comiendo las uñas, porque no los menciono. ¡¡¡Que se jodan!!!
Y mi cabeza, que a pesar de mí, me sigue mandando imágenes de estos zombies televisivos, se ha rendido.
A los tontos solo hay que cogerles de la mano y darles un paseo por ningún sitio. Ese es su habitat. Y ahora paso de mi corazón. A mis asuntos. Asuntos, por cierto, un pelín cutres. Pero tengo que opinar. ¡Que se le va a hacer!

La pandilla ibicenca

Alucino con el protagonismo rastrero de Luis Rollán, cuyo mérito ha sido vender todo y a todos. Y con el aire ramplón de la pandilla ibicenca, mandando imágenes de todo lo que hacen, pensando que vamos a mordernos las uñas de envidia. Han conseguido una cosa. Eso sí. Han rebajado a París Hilton a la categoría de concursante de ‘Ibiza Shore’. ¿Dónde estaba el representante de la Hilton? Espero que después de despegar de donde estuviera le llegara la carta de despido.

Paris con Bollo


Lo que escribo no tiene nada que ver con el clasismo. Es hablar de ese exhibicionismo esclavo de las redes, que les dejan desnudos ante la súplica de la intimidad, que piden sin pudor cuando no tienen pago a cambio.
Después de estar tres meses en el silencio e imaginando cómo sería la vuelta al asfalto tengo que confesar que ha sido un poco decepcionante.
Si tengo que poner un título sería, sin duda, y parodiando el título original de ‘Dos hombres y un destino’: 'Mil tontos sin destino'.