A Hugo Castejón le debemos el arranque de este concurso. Su histrionismo y su entrega absoluta a la polémica pusieron la casa patas arriba desde el primer momento. Lástima que su papel tras la repesca esté resultando excesivo. He defendido su permanencia en el concurso porque lo considero un mal necesario, pero no podemos victimizar a un concursante que está donde quiere estar y que no ha sabido evolucionar. Hugo necesita ser despreciado y vapuleado para ser alguien dentro del programa, y él es consciente de ello. Sabía que rol quería adoptar antes de entrar en la casa, y una vez dentro fue a tiro hecho.
Disfruta con el conflicto
No le he visto sufrir en ningún momento, y en su rostro se dibuja cierto placer cuando sus compañeros le atacan sin piedad. Probablemente porque sabe que están quedando en evidencia y de esa manera él puede beneficiarse de una situación de la que nunca ha querido salir. El demérito y la crueldad de sus contrarios le han hecho llegar hasta aquí, aunque no le ayudan nada su afán por imitar a concursantes de pasadas ediciones ni sus bailes exagerados y movimientos poco creíbles. Hugo no lleva nada bien que le lleven la contraria. Si alguien opina de manera diferente, lo entiende como una deslealtad absoluta y, automáticamente, pasas a ser parte del grupo enemigo. Por eso, lleva varios días hablando en voz alta y acentuando su estrategia hasta el extremo.
La vida en el exterior
Tampoco se debe obviar que estar fuera le ha proporcionado información y sabe que la que ha sido su aliada hasta el momento, Adara, es también su mayor rival. Intuye que si ella lo deja solo, le estará haciendo en el fondo el favor de su vida. Por eso, no cesa en su intento de ponerla contra las cuerdas para hacerla estallar. Hugo no quiere acercar posturas ni saldar cuentas pendientes con sus compañeros porque no sabría moverse fuera del conflicto. Necesita recibir disparos a bocajarro para seguir exprimiendo un discurso que empieza a quemarse. Lo que él no sabe es que el juego empieza a írsele de las manos.