Veo las fotos de los famosos en lugares de escándalo mientras me tomo una caña fresquita con mi perra. La Semana Santa y la primavera han llegado de la mano y en mi playa, El Albir, han montado una feria de gastronetas. ¿Qué eso? Furgonetas donde cocinan y sirven amablemente desde la ventanilla. Los modernos les llaman Food Truck. Después de Masterchef todo lo que sea alimentación se ha puesto de moda. Me gusta porque celebra lo que más nos gusta en este país: comer. Tenemos cada fiesta relacionada con un plato y siempre ha habido grandes cocineros y cocineras. Todo lo celebramos alrededor de una mesa, con más o menos lujos. Ese savoir faire mediterráneo que convierte el mantel en el congreso de los diputados familiar donde no hace falta pactar ni formar gobiernos. También, los programas de televisión han recuperado el gusto por los platos bien servidos. ¡Qué tiempos aquellos de 'Con las manos en la masa'! Lo digo y me sale hasta la sintonía del programa de Elena Santonja: “siempre que vuelves a casa me pillas en la cocina, embadurnada de harina…” Años después me enteré de que la canción era de Joaquín Sabina. Qué sintonías hacían antes, eh. Mientras escribo esto pienso en las torrijas que hacía mi abuela y… ¡vale, bien, basta! ¡La dieta! He visto a los famosísimos en bañador en hoteles de lujo enseñando cacha en pleno marzo y sé perfectamente que no llegaré a esos tipazos jamás. Instagram se llena de cuerpazos en cuanto sale un rayo de sol, es lo que tiene pagar el gimnasio, que necesitas enseñar los resultados como sea. Yo, en cambio, he optado por atracar a boca armada las gastronetas de mi pueblo playero y llenar el buche con mi amiga Maria José mano a mano. Luego se apuntaron a la fiesta las amigas de mi madre animadísimas con la música de la orquesta y las viandas de las “food truck”. Así que, como si fuéramos Eva González y el jurado de maestros Pepe, Jordi y Samantha nos pusimos a degustar lo que ofrecían. Nos daba igual el emplatado, la cobertura de gelatina o la salsa romescu. El tiempo era estupendo y la idea de convertir unas furgonetas en restaurantes, maravillosa.
No tengo ni idea de cocinar y como soy soltero acabo saliendo al paso con cuatro tópicos, tortillas francesas y ensaladas de poca monta. Siempre digo que el día que me enamore de verdad aprenderé a cocinar, pero me ha sucedido varias veces y sigo igual. Sin cocinar y sin pareja. En fin.