Queridos Reyes Magos:
He sido bueno. Y os espero como entonces. Sólo soy un poco más viejo y bastante más alto. En un pequeño rincón de mi memoria aparece cada año en esta noche de Reyes la misma sensación: “¿y si vinierais de nuevo?”. Vuelvo en este momento del año a ser el niño de Buñol que, después de haber escrito su carta, esperaba con ansiedad ese tren eléctrico, unos libros ilustrados de José Ramón Sánchez o el cinexín. Me gusta recordar al pequeño Max que ponía en el balcón de la habitación, junto a los zapatos, un poco de agua para los camellos y un plato con dulces para sus majestades. Han pasado muchos años, demasiados para lo que me gustaría, pero la ilusión en los ojos de mis sobrinas, Elsa y Olivia, todos estos días mientras me hablan de los Reyes Magos me hace recuperar al niño que fui. Ahora mismo jugaba con ellas en la playa del Albir y hablábamos sobre lo qué debían poner en el balcón para que los camellos no ensucien la casa pero dejen los regalos.
Son muy pequeñas pero, tal y como va la televisión de lenta, estoy seguro de que dentro de unos años seguirá estando Ramontxu y su capa, Bertín y Arévalo y Raphael cantando el tamborilero. Les va a dar tiempo a verlo todo. Y, como la tele avanza tan poco, seguro que junto a un señor presentador sigue habiendo mujeres jóvenes con ropa ajustada y buenas tetas. Seguimos como en las películas de López Vázquez cuando el cateto se ligaba a las suecas. O será que es lo que nos gusta todavía a los españoles. Un año, quien sabe, en un futuro lejano de esta galaxia aparece un chico joven atractivo junto a una estupenda señora mayor y no resulta extraño. Mientras tanto, las presentadoras son siempre turgentes y delgadas y ellos pueden tener canas, tripa y arrugas. Os entiendo queridas mujeres, os exigen demasiado. U os exigís demasiado vosotras mismas. Yo que sé. Pero negaros un día a ser la tía buena y graciosa junto al tío feote. Hacedlo por el avance de la humanidad. Es grotesco, pasado de moda y poco acorde con los tiempos. Se repite demasiado, no sólo en programas, también sucede en informativos. Ellos pueden ser mayores, ellas deben ser un pibón.
Queridos Reyes Magos: He pasado todas estas fiestas en la Costa Blanca, con mi familia. Mi padre sigue igual; mi madre, más animada con sus maravillosas amigas y mis primas, pendientes todo el rato de las pequeñas. Mientras veo en instagram a todos los famosos esquiando y poniendo fotos de sus opulentas cenas y sus viajes a la playa tropical, yo me lo he pasado en la calle de los vascos de Benidorm y en el paseo de las estrellas de El Albir. Y, qué queréis que os diga, ha sido reconfortante pasear con mi perra por la playa o irme a tomar unas tapas con mis primas. Al final, la felicidad está donde estés feliz. Así de simple.
Mis pequeñas sobrinas han subido en el tren de la bruja, en los cochecitos de Pepa Pig y en las atracciones que han puesto en la feria de la Navidad de Benidorm y, lo que desde fuera me parecen cachivaches despintados dando vueltas, en los ojos de mis niñas son el mismísimo Disneyland.
Queridos Reyes Magos, qué ganas tengo de llevarlas a París y ver sus caras de deslumbramiento frente a Mickey Mouse o Blancanieves. Sólo en la ilusión de los niños pequeños se ve la Navidad que se escapó hace años.
La nostalgia se mezcla a veces con la pena. Así ha sido en esta ocasión. Por eso hablo de mi familia en este bulevar. Las fiestas han sido muy complicadas y será difícil olvidarlas. Aquí quiero que quede el recuerdo a mi tío Rafa que se ha ido para siempre en estas fechas. No ha sido nada fácil para la familia celebrar la Navidad. Por eso anulé las últimas firmas de libros y me vine a casa. Ha sido muy duro y muy extraño ver todos los días a la entrada de la UCI un árbol adornado y llevar después a las niñas para que sonrieran subidas a los cacharritos. Se supone que son días de alegría.
Así que, queridos Reyes, para 2016 os pido felicidad y salud para todos los míos. Y para las niñas, además, un viaje a Disneyland París.