Toco el timbre, me cuelo en silencio por los pasillos y entro a oscuras en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. En el escenario está Bibiana Fernández, vestida de buganvilla, y su compadre Manuel Bandera acaricia las teclas del piano. Ella está cantando una canción de amor… o de desamor, que para el caso es lo mismo. Todavía no me han visto y me cuelo entre las butacas hasta que los perros de Bibi empiezan a ladrarme desde el escenario. “¡El tío Max ha vuelto!”, grita mi amiga mientras subo las escaleras de las tablas. “He vuelto”, le digo abrazándola. Hacía meses que no nos veíamos y teníamos ganas de besos y de tocarnos, que son las consecuencias del amor del bueno.

 Las luces empiezan a apagarse y me cuelo con ella –las perras corren detrás- hacia los camerinos. Allí están colgados los vestidos de David Delfín que se pondrá hoy miércoles para el estreno. Hay uno dorado, una camisa blanca y otros de color fresa. La última vez que me colé en ese lugar estaba también Loles León y protagonizaban 'La Gran Depresión', ahora Bibiana hace pareja con el maravilloso Manuel Bandera. Los dos cantan y  hablan del amor y de sus aledaños, que particularmente a mi es lo que más me gusta en teatro:  la infidelidad, la renuncia, el desengaño y el olvido. 'El amor está en el aire' es la séptima obra del director canario Félix Sabroso. Me gusta el título. Me gusta mucho.

Màxim Huerta con Bibiana Fernández

 

¿Hay algo más bonito que ver a tus amigos ilusionados? No. Me siento con Bibi en las butacas y miramos el escenario: todo está listo, se escucha al pianista ensayando en el palco, el decorador que empuja un sofá, los ayudantes que colocan luces que encienden y apagan creando magia, la música de un bolero suena y, de pronto, Bibiana me dice en voz baja la frase con la que comienza la función y ella vuelve al teatro. ¡Ahhhh! Me la como a besos. Qué bonito. Me gusta memorizar las emociones de la vida y la única manera que tengo es sacar el móvil de mi bolsillo y pedir que nos hagan una foto para recordar el momento. ¡Sonríe! ¡Emoción! La colgamos en la nube de Instagram y, como el amor, también está en el aire.

Ahora, mientras el teatro se llena de espectadores pienso en el día aquel en el que Loles y ella estrenaron su otra obra. Me reí con tanta fuerza que me golpeé con la butaca de delante y me hice una brecha en la frente. Fui tantas veces a verlas que podría haber sustituido a cualquiera de las dos. Estaban estupendas.  Ahora, veo a Manuel Bandera y siento celos de su infinita elegancia y su estilo cantando canciones de amor. Hacen buena pareja, tienen química y son dos estrellas que contagian positividad.

Salgo del ensayo cantando y tarareando letras por Madrid. El amor es tan caleidoscópico que me veo reflejado en cada una de las escenas. Esa sensación del buen teatro en el que, como espectador, parece que los actores están hablando todo el rato de ti.

Ahora escribo esto desde un avión. Como la función que estrena Bibiana, yo también estoy en el aire. Me escapo a escribir una novela fuera de casa. Y mi otra casa es París. He decidido pasar un tiempo junto al Sena con billete de ida. Me llevo en la maleta sus besos y los de mi madre. Al fin y al cabo siempre quise ser corresponsal. Nunca es tarde. Y qué mejor que estrenar experiencias. Me asomo por la ventanilla y todo lo que veo son nubes. “Sobrevolamos los pirineos”, dice el capitán.

Cumplo cuarenta y cinco años y es el momento de otro cambio. El escenario es invernal y París se presenta muy frío. Pero siempre están los amigos y el vino caliente para abrigar como una bufanda en las tardes de hielo.

Mientras Bibiana y Manuel suben a escena, aplaudo desde el avión. Brindo por su éxito con mi cerveza y me encomiendo a todas las vírgenes como Pedro Almodóvar. El amor está en el aire, dicen ellos. Y yo, parafraseando a Marguerite Yourcenar, digo: “siempre hace falta un golpe de locura para desafiar al destino”.