El Casino de París anuncia el espectáculo surrealista e irreverente de ‘The Hole’. Y allí que me voy. La entrada está colapsada de parisinos ansiosos por disfrutar del show “jamás visto en Francia” (así lo anuncian). Yo muero de nervios mientras entro en el maravilloso teatro y resucito cuando 'La Terremoto de Alcorcón' aparece en escena vestida de maestra de ceremonias. Pepa Charro presenta el espectáculo con la misma soltura que lo hace en Madrid. Domina el francés con descaro y los franceses la aplauden enloquecidos cuando envuelve el show de chistes en los que imagina a Sarkozy subido en un poni. Alucino con la magia que derrocha la española en las tablas parisinas. Y aplaudo, como todos, pero con más fuerza. Y se me escapa un fortísimo “¡Viva la Pepa!” en el patio de butacas que hace girarse a toda la fila.
El burlesque ‘The Hole’, lleno de equilibristas, cantantes y picardía elegante, se hace inmenso en París: brilla todavía más y conquista al exigente público francés. Ver a la española Pepa Charro comerse ella solita un teatro tan gigante es emocionante. No olvidemos, ¡es París! Y ella es 'La Terremoto de Alcorcón'. Lo hace con desenvoltura, infinita gracia y todo el arte que acumula en su expediente de lentejuelas.
Después del show todos la abrazan y la felicitan. Los franceses se ponen en cola de manera discreta –así son ellos- para hacerse fotos con ella y yo hago como los parisinos: besarla y hacerme una foto para Instagram. El ‘hall’ del Casino de París es pura efervescencia en la que empieza a correr el champán y los platos de jamón y queso. Entre el público aparece un grupo de españoles que han venido a verla y nos abrazamos como si la Patria hiciera más migas fuera de las fronteras. ¿De dónde sois? ¿Vivís aquí? ¡Qué maravilla!
Después viene el “momento camerino”. Allí hay flores, vestidos, fotos de artistas y muchas pelucas. La Terremoto vuelve a ser Pepa y me cuenta emocionada lo mucho que le ha costado llegar hasta aquí. “Puedes estar orgullosa”, le digo, “París estaba rendido a tus tacones”. Horas antes la ha visitado el diseñador Jean-Paul Gaultier y todavía se siente el glamour por los espejos. ¡Ay, Pepa, qué alegría! Todavía la recuerdo cuando imitaba a Madonna haciendo gimnasia y aparecía haciendo ‘sketches’ en televisión. Ahora puede presumir de haber sido chica Almodóvar y de ser vedette en París. Cuando salimos del camerino, me fijo que no sólo hay flores: Pepa tiene junto a los maquillajes, perfumes y demás potingues, una foto de sus padres. Imagino cómo se debe sentir cada noche antes de salir a escena.
En la calle hace un frío que pela y nos colamos a toda prisa en un bar de la zona de Clichy donde nos espera todo el equipo de españoles que hace posible el show. Allí empieza ese otro París nocturno que también conquistaron Carmen Maura, Victoria Abril o Lola Dueñas. Las tres actrices viven y trabajan aquí, en la capital del Sena. ‘Españolas en París’, como aquella película de 1971 que protagonizaron Ana Belén y Laura Valenzuela.
No son las únicas. Hay muchos españoles viviendo en París. Y al igual que aquellas mujeres de la película, cada uno tiene una historia, un amor o un trabajo. Ahora me siento uno de ellos, un español en París. Tengo la sensación de que he acabado pareciéndome a los personajes de mis novelas.
Me pongo a hacer la compra en un supermercado cercano a mi casa y disimulo como puedo el funcionamiento de las máquinas para pesar la fruta y la verdura. No hay manera. Los kiwis se resisten. Cojo manzanas. Después se me atasca la tarjeta al pagar. Soluciono el asunto y me creo MacGyver mientras me dan el recibo. Vivir no es fácil, pero el descaro ayuda. Arrastro la compra por todo el bulevar hasta llegar al apartamento en donde vivo. Ordeno todo con prisas y me quedo mirando las vistas desde mi ventana: el imponente Sagrado Corazón de París. Y en ese momento hago lo que más me apetece: llamar a mi madre para contarle lo emocionante que se ha puesto la vida. Me cuenta cosas de mi padre, de mi perra y de sus amigas. “Cuídate mucho”, me dice. “Te quiero, mamá”, le digo. Me gusta cuando las madres dicen eso –“cuídate mucho”–, porque está lleno de ‘te quieros’ escondidos. Y los de la mía, también.
Ahora me tiro a las calles. Debo coger ideas para la novela y las historias te pillan en el lugar más insospechado.
Posdata: hay una sevillana en Saint-Germain que tiene una tienda de bocadillos de jamón impresionantes. Me voy a por uno.