Hace muchos, muchos años coincidí con Àngel Llàcer y Noemí Galera en un bar de Barcelona. Por aquella época se estaba emitiendo un edición de OT en la que el jurado y los profesores de la academia nominaban continuamente a un concursante y el público lo salvaba. Como público que yo era también defendía a ese concursante y así se lo hice saber a Noemí. No me dio mucha cancha, la suficiente para decirme que ese concursante no se merecía que el público le apoyara tanto. Cuando éste salió del concurso me di cuenta de que la Galera tenía razón. El personaje en cuestión, aparte de un pésimo artista, resultó ser antipático y desagradecido.

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No he vuelto a ver a Galera en mi vida, es más yo creo que después de aquel episodio le caigo hasta mal. Pero he de reconocer que después de varios años no soportándola ahora me encanta. Ha sido como de la noche a la mañana, una revelación. Me gusta la claridad con la que se dirige a los chicos para intentar concienciarles de que no se dejen deslumbrar por el neón de su profesión. Que solo podrán vivir de la música –no ya eso que se conoce como triunfar- si trabajan, trabajan y trabajan. Y a lo mejor tampoco. Galera pertenece a esa generación de currantes de la televisión que han visto pasar y morir a muchos artistas o aspirantes a artistas. Cuenta a su favor trabajar en Barcelona porque le ayuda a analizar la realidad con mayor claridad y lucidez. Madrid es convulsa y guerrera. Apasionante. Pero cuando te alejas de ella eres capaz de ver cosas que la vorágine te tapa. Examino su IG y pasa el examen: cero postureo, muchas risas y alegría de vivir. Tiene pinta de ser buena amiga.