Estoy siguiendo poco lo que sucede en el Universo Sálvame. Conecto con ellos un ratito antes de echarme la siesta y de vez en cuando me meto en Telecinco.es para ver algunos de los videos más importantes del programa. Advierto que Lydia ha vuelto a llorar, esta vez por unas declaraciones de Mila. Sé que Lydia sufre pero he llegado a pensar que encuentra gozo en los lamentos. Sufre por el pasado –o en diferido, como diría Cospedal-, por el presente y por el futuro. De una manera vana, muchas veces. Quizás porque en realidad no ha sufrido palos gordos en su vida. Está lo que todo el mundo sabe, sí, pero eso es algo profesional. Su vida personal es estable: es feliz en su matrimonio, guarda una estrecha relación con su madre. Que yo sepa sólo ha tenido que hacer frente a la muerte de un ser querido: su padre. Todo ello se traduce en que en el aspecto sentimental Lydia se maneja como una niña. Está tan protegida afectivamente en su entorno que cuando llega a trabajar cualquier cosa le desestabiliza de una manera exagerada. Ha encontrado en el llanto su válvula de escape. No lo finge, llora de manera desconsolada, pero pasa de la lágrima a la carcajada en cero coma dos segundos. Gracias a Sálvame, Lydia Lozano ha descubierto el placer que puede llegar a proporcionar pasarlo un poquito mal. Es, como le puse hace poco en un mensaje, la colaboradora ideal del programa y la próxima ganadora de Supervivientes 2017.