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Siempre que viene a la tele le llamo Julio José e inmediatamente veo cómo alguien se echa las manos a la cabeza y me recuerda que debo llamarle Julio Iglesias Jr. Pues eso. A este muchacho le hemos dado palos hasta en el cielo del paladar.
Era un blanco fácil: pasaba más tiempo en Miami que en España y nos cebábamos con él porque suponíamos que no se enteraba de las barbaridades que decíamos. Jugueteamos con su nombre.
–Julai José le llamábamos–, con su orientación sexual y con sus cejas extradepiladas. Jamás entró al trapo. De un día para otro comenzó a dejarse caer por nuestros platós y descubrimos a un muchacho educado y simpático. Creo que tiene 41 años, aunque si fuera por las hechuras de su cuerpo, no se le podrían echar más de 25. Supongo que habrá heredado la genética de la madre. Un día fui a comprarme un bañador de una marca muy conocida entre los surferos y al ir a probarme la talla más grande advertí con disgusto que no me subía más allá de las rodillas. Me recreo en el cuerpo de Julio y deduzco que él jamás tendrá que enfrentarse a semejantes problemas. Qué desdicha tener los huesos tan anchos. Cuando le pido una foto me aconseja: barbilla abajo y flash. Le hago caso y al ver el resultado me veo más mono que de costumbre.