A Isabel Pantoja le favorecen los discursos cortos y concisos. Estoy convencido de que el lamento desesperado de una madre incapaz de controlar a su hija conectó con gran parte de la audiencia que siguió de manera masiva el ‘Sálvame’ del viernes. Pero su gran error –y el grandísimo acierto del programa– fue alargar la llamada porque quedó de manifiesto de nuevo la peor versión de su personalidad. Si en un principio podías llegar a empatizar con su desgarro, el sentimiento fue difuminándose cuando, poco a poco, comenzaron a aflorar los principales asuntos que han caracterizado su trayectoria vital: el amor por el dinero, el victimismo, las amenazas veladas, las perversas insinuaciones y la marcada ausencia de autocrítica.

Se regodeó explicando a España entera que Mediaset no tenía ceros suficientes para pagarle una entrevista. Pero a lo mejor debería preguntarse si tendría el valor suficiente para contar la verdad y nada más que la verdad sobre su biografía. Durante toda su intervención telefónica no existió –como ya he escrito– ni un atisbo de autocrítica, de duda, de preguntarse por qué todo lo que le sucede desemboca en las circunstancias actuales. Su discurso emocional pivota siempre sobre dos pilares: la culpa de todos sus males radica en la televisión y en los demás.

Provocó ternura la llamada de su hijo suplicándole que cortara la comunicación. Pero también ese sentimiento se fue a tomar por saco cuando Kiko dejó caer lo que se callaban sobre la niña. Es ahí donde uno se pone siempre a favor de ella. Porque Isa está haciendo lo que otros muchos hemos hecho a su edad, incluso su hermano. Y no recuerdo llamada alguna de la madre preguntándose qué hacía su hijo por las noches. Pero Chabelita es mujer y se ha criado en un ambiente muy tradicional. Que cada palo aguante su vela. Por mi parte, jamás ha salido crítica alguna hacia la manera de divertirse de la cría. Lo único que le he dicho a título personal es: “Haz lo que quieras, pero que nadie se entere porque esta sociedad es muy hipócrita y siendo mujer te van a masacrar”. Repito: comprendo que muchas madres se sintieron identificadas con el sufrimiento de la tonadillera. Pero la verdadera víctima de toda esta historia es la niña. No toda la juventud hace lo que ella hace, por supuestísimo. Pero hay otra parte –entre la que me encuentro– que sí que lo ha hecho. Yo lo he seguido haciendo durante años, porque me divierte y porque me da la gana. Y lo que jamás toleraría bajo ningún concepto es que mi familia juzgara mi comportamiento en público. Acepto que cada uno vive y expresa su dolor como quiere o como puede. Pero yo, Jorge Javier Vázquez, después de la llamada de Isabel Pantoja a ‘Sálvame’, me siento todavía más cercano a su hija.