Hubo ruido en algunas ciudades de España el sábado por la mañana. Ruido y banderas españolas por doquier, alguna franquista. Y gente muy joven saludando a la manera fascista. El franquismo sigue vivo en nuestro país. Hay gente de mi edad que habrá escuchado a sus padres recordar con nostalgia la época de la dictadura: “Todo el mundo tenía trabajo”. O: “Podías pasear por las calles sin miedo”.

Y esa gente de mi generación que tenga hijos les hablará de ese régimen ideal donde reinaba la paz y se ataba a los perros con longanizas. Esos hijos asaltaron las calles el sábado junto a esos padres y acusaron al Gobierno de asesino y dictatorial.

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Madre mía. Sabrán ellos lo que es vivir a las órdenes de un gobierno sanguinario. O de un gobierno que te quita la libertad. Hay políticos que alientan este tipo de manifestaciones. Qué frivolidad. Cuando suceda una desgracia, que tarde o temprano sucederá, esos mismos políticos se llevarán las manos a la cabeza y se preguntarán: “¿Por qué?”.

Las dos Españas más separadas que nunca. Menos mal que con el buen tiempo se apaciguarán los ánimos. Eso es lo que nos salva: el sol y las ganas de cachondeo. Claro que para apuntalar mi teoría no me sirve de mucho recordar que el glorioso alzamiento nacional tuvo lugar un dieciocho de julio. Que ya son ganas de empezar una guerra en pleno verano. Debe ser que por cosas así dicen que España es diferente. Por cierto, entre el ruido de unos coches que contaminan las ciudades –tanto acústica como ambientalmente– me quedo con el sonido de los aplausos de las ocho de la tarde. Llamadme loco pero considero que es mucho más patriótico lo segundo.