Os voy a contar cómo me preparé para la boda de mi hermano Kiko con Irene y cómo me fue. Sabéis que fue un día especial para mi hermano y para mi familia en general. Yo con él tenía una relación cordial por todo lo que habíamos pasado, y decidí escribirle algo en plan sorpresa. Llegué de mi viaje a Isla Mauricio dos días antes de la boda. Sí, lo reconozco: ¡solo a mí se me ocurre tener solo el traje a punto y tener que hacer todo lo demás en dos días! Pues bien, con la maleta sin deshacer fui a hacerme las uñas, probarme el vestido para verlo entero, comprar los zapatos, accesorios y lo único que me faltaba era el segundo vestido. A altas horas de la noche no apetece estar en tacones, así que decidí ponerme algo más cómodo porque nunca se sabe.

“BIENVENIDA A TU VIDA”

Recuerdo que esa noche leí la carta que le escribí a Kiko unas diez veces en voz alta y hasta cronometrando el tiempo que tardaba. Nunca pensando que a la primera frase ya me iba a poner a llorar. La mañana del día de la boda transcurrió rápida. Con ayuda de mi peluquera y maquilladora se me hizo más fácil. Nos vestimos los tres y fuimos a 'La Hacienda', donde había muchísima gente. Obviamente, a todos no los conocía y a algunos que conocía no tenía ganas de saludarlos. Pero bueno, no era ni el momento ni el lugar. Nadie podía echar a perder ese día tan importante.
Mi madre estaba aparte hasta que salió de madrina del brazo de mi hermano. So los más cercanos pudimos verla antes. Estaba guapísima y muy elegante y, al igual que todos, nerviosa. Salí a leer mi discurso –me gustaría enseñároslo pero es súper largo– y creo que mucha gente se emocionó. Según dicen, tengo mucho don de palabra. Nos hicimos mil fotos, comimos de todo, los niños tenían animadores y correteaban sin parar. Hasta que pusieron la pista de baile con música más animada y ya la noche alcanzó su clímax. Muchos cantaron canciones, incluso mi madre. Yo la escuché de fondo mientras esperaba que vinieran a recogerme. Eran las cuatro y media de la mañana y me sorprendió tanto que me hizo llorar. ¡Hacía tanto que no la escuchaba cantar sabiendo que estaba subida a un escenario! Mamá, bienvenida a tu vida.