Como ya sabéis, la semana pasada fue la reaparición de mi madre ante el mundo entero. Fue el jueves. Volvió a pisar el escenario después de mucho tiempo y como solo ella sabe hacerlo. Es más, se retransmitió en directo y su web estaba tan colapsada que no se podía acceder a ella. La llamé esa misma mañana y estaba nerviosa porque había tenido bronquitis días antes, fiebre, etc. No fue fácil pero aun así sacó todo ese arte que derrocha y nos dejó a todos boquiabiertos.
Yo llegaba de Bilbao en coche con unos amigos, bastante cansada y con el tiempo justo (para variar). Fui directa al hotel donde esperé a mi amiga Sonia para poder ir las dos juntas. Dio la casualidad de que al salir a buscar nuestro coche, nos encontramos a mi hermano Kiko, que me vino a saludar efusivamente. Lo cierto es que hacía ya días que no nos veíamos. También estaban Irene, Anabel y su novio ya listos en el coche para salir todos juntos.
Al llegar al teatro había muchos medios y muchos fans por lo que era complicado andar hasta la puerta. Imaginaros poder atenderlos en condiciones. Una vez dentro tuve la oportunidad de saludar a algunos de ellos y comentar algunos aspectos de la tan esperada noche. Más tarde, cuando llegó la hora de sentarnos, mi hermano e Irene fueron a saludar a mi madre antes de que empezara a actuar. Yo le dije que fueran ellos que yo iría después ya que no había comido nada en toda la tarde y me sentía en la gloria en el cóctel que pusieron antes de la actuación [ja, ja, ja]. Decidí quedarme con mi prima Anabel y en cuanto nos avisaron para entrar en la sala lo hicimos rápidamente.
La gente se pregunta por qué Kiko y yo nos sentamos separados. No hay nada raro. Pensaba que vendría a sentarse con nosotras pero al saludar a mi madre se quedó con mi abuela. No hay más. Que no se ponga nadie a jugar al ‘CSI’ porque es un caso muy simple [ja, ja.] Mi madre cantó unas pocas canciones, a cual más bonita. Creo que Anabel y yo lloramos en todas. Nada más abrirse el telón, la primera frase de la canción fue: “Sigo estando aquí”. Y así es.
Fue un día muy especial para todos, pero sobre todo para ella. El cariño de la gente después de tanto tiempo es lo más gratificante y mi madre se merece eso y más. ¿Qué puedo decir de ella que no sepáis? Quizá mucho, muchísimo. Con los años he llegado a comprenderla, incluso a imitarla con mi hijo, Alberto. Y es que hasta que una no es madre no puede llegar a comprender ciertas cosas. Por eso, pronto os contaré cositas que os van a gustar y sobre todo que os van a dejar en estado de shock... En el buen sentido, claro. Para eso queda poco pero hay que esperar, amigos míos. Despacito y buena letra. ¡De veras que prometo contarlo cuando pueda!!