Llevamos mucho tiempo esperando el 28 de octubre. Esa fecha al igual que otras muchas ha marcado un antes y un después en la vida de mi madre y en la de todos los que la queremos. Un día cualquiera se convirtió en un día de alegría, de risas, de festejo y además ¡de cante!

Llegué un poco tarde a comer y había una mesa especialmente larga con gente cercana a la familia. A la primera persona que me acerqué o más bien vino a coger a mi pequeño fue mi madre. Había mucha comida, bebida y todo el mundo estaba feliz cantando las canciones que mi hermano iba mezclando. La verdad es que lo pasamos bastante bien y más cuando nos sorprendió un grupo flamenco de amigos de la familia que ambientaron la reunión.

Llegó mi sobrino y los 3 niños de la casa corrían de un lado para otro con energía incansable. Estábamos todos los que teníamos que estar para celebrar con mi madre un día que había tardado mucho en llegar. Había una pancarta enorme que ponía con letras muy grandes 'LIBERTAD'. No damos a la palabra la importancia que tiene y sin embargo ese día significó volver a tener las riendas de la vida, a disfrutar de las cosas buenas y a tener gente alrededor que aporte, no que reste. Creo que es una lección que mi madre tiene que aprender pero sobre todo, llevar a cabo. Es hora de que sea feliz.