Estoy, como no podía ser de otra forma -para que luego pregunten que de dónde viene el nombre-, tremendamente confundido con Suso. Creo que me ocurre lo mismo que pasa por la cabeza de Jorge Javier cada vez que tiene que hablar con él desde la palapa. De entrada, debería ser un personaje que no me gustase un pelo. Es prepotente, es maleducado, es machista, le encanta ser el centro de todas las broncas y tiene muy poca empatía con sus compañeros. Pero, ¡qué le vamos a hacer!, me hace gracia. Es rápido en las respuestas, es irónico aunque no tenga ni idea de qué significa serlo y entra al juego como el que más, devolviéndoselas al presentador pese a llevar varias semanas muerto de hambre en una isla perdida en el océano. Eso es lo que se busca en un superviviente, ¿no?

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El momento más emocionante

Suso es un tiarrón con alma de niño travieso, que te pone ojitos para que no le riñas y acaba saliéndose con la suya. Se escuda detrás del socorrido 'cuando me cabreo, se me va la boca', como si eso fuese una excusa de verdad. Es tan fácil como controlarse y, en caso de actuar de forma poco correcta, ir a pedir perdón. Algo que el ex viceverso parece que no controla demasiado. Cree que con sacar su sonrisa picarona y poner mirada de gatito en apuros lo tiene todo ganado. Y sí, no vamos a negarlo, le funciona. Se pone tontorrón y ya no hay quién le riña. Ni siquiera Jorge Javier pudo ser contundente cuando le gastó aquella broma de la expulsión. A los dos minutos, estaban todos riéndose a mandíbula batiente. ¡Si es que no hay nadie capaz de pararle!

No le perdono, eso sí, el comportamiento que tiene con Yola Berrocal. ¿Qué ha hecho la pobre para merecer semejantes ataques? ¿A qué viene esto de discriminarla por su edad? Cree Suso -y de rebote, Steicy y el desaparecido Cristian- que uno tiene veinte años para siempre. Que las carnes se mantienen prietas por arte de magia, que los abdominales florecen mientras comes hamburguesas y que las canas y la caída del cabello es algo que ocurre a los ochenta -¡o a los cien!-. Ay, pobres ilusos. Ya querrán llegar a los 45 como lo ha hecho Yola -bueno, igual con un par de tallas menos de sujetador-. Nada más absurdo que aferrarse a la edad para afear el comportamiento de alguien que no te cae bien. Y eso que Yola es pura bondad personificada. Igual gana. No digo más.

Suso ha conseguido que hasta le cojamos el gusto a esos horribles bañadores que se gasta. No podrían ser menos glamurosos, pero sí, no le podían quedar mejor. El 'asilvestramiento' de la isla le está sentando a las mil maravillas. Ha sido dejarse barba, pasar de la depilación pectoral y perder ese volumen cultivado en el gimnasio y ha multiplicado su atractivo exponencialmente. Está mucho más guapo que cuando bebía los vientos por Sofía en 'Gran Hermano'. Me consta que los primeros planos del speedo del concursante corren como la pólvora por grupos de whatsapp y mensajes privados en redes sociales. Debería protagonizar un posado ligerito de ropa al salir de la isla. Aquí lo dejo, por si las cabezas pensantes de Lecturas tienen a bien recoger el guante...

Y ahora, no sean muy duros con el pobre Suso. Dejen que llegue a la final, que se mida con ¿Yola? ¿Mila? ¿Yurena? La victoria en 'Supervivientes' siempre tiene nombre de mujer. Y este año debería recaer en Mila Ximénez. Solo para ver la cara de sus compañeros de programa cuando vuelva como ganadora. ¡Qué placer!

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