Cinco días, cinco, le quedan a Rocío Carrasco para vestirse de novia. Bueno, cuatro si no contamos el propio de la boda. Incluso tres si hacemos la vista gorda y damos por finiquitado el viernes. 'No, no, que esta noche hay 'Deluxe' y van Aramís y Michu, la única famosa del panorama nacional que puede fumar en la ducha'. Madre mía, ¡cuánta maldad sobre la faz de la Tierra! A estas alturas, la boda de Rocío Carrasco y Fidel no es más que otro capítulo de 'Las Campos'. Morimos de ganas por ver a Terelu con su modelito -ojalá mucho encaje y pierna al aire-, a Carmen Borrego, esta nueva estrella que tampoco es tan nueva, y a María Teresa con sonrisa de oreja a oreja, pero lo que es la boda en sí... Nunca conseguirá eclipsar la imagen de la primera con Antonio David. ¡Este cardado! ¡Esas uñas interminables! ¡Ese raso en el vestido! Debería ponerse el mismo para casarse con Fidel. Por cierto, ¿soy yo o Fidel ha decidido lanzarse en cuerpo y alma a las mancuernas y ganarse unos pectorales bastante apañados? Hace calor. Cada uno se fija en lo que quiere.
Pero aquí no hemos venido a hablar de bodas, sino de tele. Esa espinita que a Rocío Carrasco se le resiste. Y eso que ella le pone empeño, no vamos a negarlo. Las dos últimas aventuras televisivas de la hija de Rocío Carrasco han sido un auténtico desastre. Desde las innecesarias vueltas de 'Hable con ellas' -¡por favor, que no haya una tercera!- hasta el descalabro de 'Cámbiame Premium', ese formato que quería serlo todo en uno y, al final, se quedó en nada. Para cualquier otra persona, estos baches hubiesen supuesto su punto y final en televisión, pero no para Rocío Carrasco. Desde que despertó de su letargo fuera de las cámaras, parece ser que es un reclamo para el público. O así nos lo quieren vender. Y yo, claro, me pregunto: ¿por qué? ¿Qué nos ofrece que es tan interesante? ¿Por qué un programa con Rocío Carrasco es mejor que uno sin ella? Estas dudas me atormentan, ¡qué le voy a hacer!
Sin duda, la hija de Rocío Jurado ha mejorado mucho desde que compartiera plató con el padre Apeles allá por los 90 -¿para cuándo un canal secundario de Mediaset donde rescate este tipo de formatos?-. Tiene más aplomo, está más segura, se nota que ha madurado y que tiene interés en hacerse un hueco en la televisión más allá de ser un personaje de la crónica social. Y hace bien, que la vida está muy complicada y las exclusivas tampoco dan lo que daban antes. Pero una cosa es querer y otra muy distinta, poder. Parece olvidar Rocío Carrasco que sus fichajes obedecen más al morbo que despierta ver en movimiento a una famosa que sale en las revistas que a su buen hacer leyendo el 'cue'. Parece olvidar que, donde ella lee 'Rocío Carrasco', los demás seguimos viendo a la hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco. Y en lugar de aceptarlo y aprovecharlo, prefiere luchar contra ello. Lástima.
Como buena aprendiz de la escuela Campos, ha desarrollado un talento innato para nadar y guardar la ropa. Se ha construido una coraza tan dura para protegerse de todo aquello de lo que no quiere hablar que termina alejándose del público. Y puede que esa forma de trabajar en un plató funcionase cuando la Campos era la reina de las mañanas, pero desde la llegada de 'Sálvame', las cosas han cambiado mucho. Que no por lanzarse por una rampa llena de agua una ya es divertida y alocada. Para conectar con la audiencia hace falta algo más, algo más cercano a la verdad. Y ahí es donde pisa un poco en falso. Rocío Carrasco, como Terelu, quiere trabajar en televisión pero sin tener que sufrir las consecuencias de trabajar en televisión. La diferencia es que la hija de María Teresa Campos ya se ha dado cuenta de su error y la de Rocío Jurado continúa enrocada en lo mismo. Puede que dentro de diez años la veamos comiendo porras en un reality. Entonces, sabremos que Rocío ha avanzado. Pero por el momento...