¿Podemos reconocer ya la crisis de presentadores de televisión en la que vivimos desde hace años? Las cadenas son seres complejos y pausados a los que les da miedo todo. Que si este programa, que si cómo vamos a hacer eso, que si sentar a toda la familia en el sofá... pamplinas. Si siempre se hubiese pensado así, vete a saber donde estaríamos ahora. En fin, a lo que iba. ¡No tenemos presentadores!

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Las cadenas sobreviven gracias al buen hacer de los rostros clásicos. Los que llevan décadas sobre sus hombros. Ana Rosa y Susanna Griso, las reinas de las mañanas, Jorge Javier, Anne Igartiburu, Jesus Vázquez, Manel Fuentes y poco más. La vuelta de Màxim Huerta a La 1 es de los pocos aires nuevos que nos hemos encontrado. O el acierto de la autonómica valenciana de fichar a Carolina Ferré como buque insignia, por ejemplo. ¿Por qué no están las cadenas peleándose por ella?

Entre tan conservadurismo, no nos lamentemos, hay esperanza.Núria Marín se ha convertido por sorpresa en la cara del verano de Mediaset. Desde su Cazamariposas natal, donde ejerce de presentadora y directora, ha dado el salto a Socialité, las tardes de Sálvame y hasta un poco de Deluxe en situación de emergencia. Y la verdad, poco nos parece. Espero encontrármela un día con Pedro Piqueras. Aunque los informativos acaben, entonces, hablando de Isa Pi.

Curtida en Divinity junto a Nando Escribano, la catalana ha sabido no solo dotar a Cazamariposas de un lenguaje propio, sino también situarlo como lo más visto de la cadena. No es para menos. En los tiempos que corren uno necesita un espacio que se tome muy poco en serio y consiga, gracias a esta milimetrada despreocupación, hacer arte. ¿Pueden Germán, Fran o Irina locutar mi vida? No les puedo pagar con dinero pero sí con amor.

El resultado no parece que haya desapercibido para las altas esferas de Mediaset. De repente, Marín combina tres programas con soltura. Rápida, solvente e inteligente, se ha ganado -o está en ello- a los colaboradores más potentes de la televisión. Claro que le falta todavía lanzarse, en cuerpo y alma, al gamberrismo marca de la casa. Al tiempo. Si en la cúpula son listos, deberían hacerle ya un contrato de cadena.

Esta nueva estirpe de presentadores, creados bajo la escuela de Jorge Javier, han dejado a los clásicos muy desfasados. Imposible no sentir que algo no funciona al cambiar al conductor de guión estricto y encorsetado. Ya va siendo hora de perder el miedo y abrir el abanico. Señores (directivos), nos estamos aburriendo. Menos mal que, de vez en cuando, algo cambia. Aunque sea a ritmo de sustituciones de verano.