Ay, la porra. Esa porra pringosita, recién hecha, mirándonos desde el cubo de aceite. Esa porra crujiente, deliciosa, calentita. Esa porra que nos grita 'cómeme, cómeme' con voz de sirena y que nos obliga a escollarnos en su orilla con olor a frito. Esa porra que nos hace soñar con tazas gigantes de chocolate y un par de servilletas para no mancharlo todo de grasa. Esa porra es nuestra perdición, nuestro Everest, nuestro castigo y, a la vez, nuestro premio. ¡Esa porra somos todos! ¡Por favor, que alguien me acerque ya mismo a una churrería! En pleno mes de agosto, con el sudor cayéndome sobre el teclado, la nevera cargada de hielo ¡y yo solo puedo pensar en porras! Esto me pasa, claro, por haberme acostado a las tres de la mañana después de cuatro horas intensas de 'Las Campos'. ¡Y me parecieron pocas! Doctor, ¿hay algún remedio para este 'terelulismo'?
La porra de Terelu se ha convertido ya en la mejor imagen que nos ha dejado el verano. Dos segundos, tres como mucho, en los que todos nos sentimos completamente identificados con ella. Vimos en su 'como me grabes comiéndome la porra te mato' todas las veces que hemos querido ser buenos y responsables pero nos lo hemos saltado a la primera de cambio. Todas las veces que hemos claudicado ante las exigencias de la sociedad cuando, en realidad, estábamos más que contentos con lo que teníamos. Todas las veces que hemos pensado primero en nosotros mismos y nos ha importado poco lo que nos digan los demás. ¡Solo un mordisco de esa porra es mejor que el sexo! ¡Es mejor que cualquier cosa! Esa porra representa todo lo bueno y malo del mundo. Que ya es mucho para algo que está frito en aceite recalentado.
Terelu no es consciente, o al menos no debería serlo, del impacto que está teniendo entre la población, entre los pobres mortales que hemos visto en sus contradicciones el espejo ideal en el que mirarse. Ahora ya no nos sentimos mal por meternos en una de esas cadenas de pastelería a por una bolsa de donuts cuando lo que deberíamos hacer es coger las pesas y quemar unos pocos triglicéridos. Ahora 'hacemos como Terelu'. Y sabemos que hacemos mal, ¿eh? Que de todas las decisiones, hemos cogido la peor. Pero también lo sabe Terelu y ahí la tienen, protagonizando un reality y ocupando la portada de Lecturas, que ya quisieran muchos haberlo conseguido. Terelu se ha quemado a lo bonzo en televisión y ha salido ganadora. Es la Khaleesi de España, pero ella, en lugar de dragones, tiene porras gigantes que obedecen sus designios.
No sé ustedes, queridos lectores, pero yo llevo varias horas mandando la imagen de Terelu y la porra a todos mis contactos de whatsapp. Me la he puesto de fondo de pantalla en el móvil y en el portátil y todavía me falta colocarla como cabecera en twitter -he tenido que parar para poder echar una cabezadita-. Camisetas, estuches para los lápices, carcasas para aparatos electrónicos, un bonito cuatro de dos por dos, pareos, bikinis, quiero todo con la imagen de Terelu y la porra. Debería dejarse Bigote Arrocet de diseñar camisetas con pintura y ponerse al negocio de las porras. Dentro de unos años seguiremos hablando de 'Las Campos' gracias a este momento, como hacemos con Chenoa llorando en chándal cada vez que se nombra 'OT'. Eso es historia televisiva. Por mucho que los eruditos se rasguen las vestiduras con ello.
No sabemos si tendremos más episodios de 'Las Campos'. Así funciona la televisión actual. Nos ponen la porra en los labios y nos la quitan a la primera de cambio. Todo hace pensar que el show todavía continuará. Que Terelu y María Teresa volverán, más viendo el dato de audiencia de anoche. ¿Cuándo? Ojalá pronto. Ay, qué fatiga da la actualidad. ¿Alguien se parte una docenita de churros conmigo? Aunque, bueno, doce tampoco son tantos... Terelu, ¡a tu salud!