¡Oigan, aquí abajo! Sí, sí, no se vayan todavía, por mucho que sea viernes y tengan ganas de cerrar los ordenadores y lanzarse a las calles. Se nos ha quedado la semana con mucha tela que cortar. Que si Álvaro expulsado de 'Gran Hermano' por sus repugnantes comentarios sobre los animales, que si Terelu amadrinando unas hamburguesas. ¡Así no se puede vivir! Por favor, ¿cuánto vamos a tener que esperar para ver a la hijísima protagonizando la continuación del anuncio de Carmen Lomana 'a la parrilla'? Qué poco aprovechado está el talento en este país. ¡Qué vengan a Lecturas a pedir ideas! ¡Nos sobran!

Pero todo esto se queda corto con lo que ayer servidor de ustedes -a sus pies, siempre a sus pies- experimentó en carne propia. Les cuento. Hace cosa de dos semanas, estando tranquilamente en mi retiro espiritual -hoy esto sí es un blog de verdad-, recibí una de esas invitaciones que no pueden rechazarse. Pilar Eyre, compañera de piso en este apartamentito que nos hemos montado los bloguers de Lecturas, iba a organizar una pequeña velada para compañeros de la revista, algunos de los que hacen posible que cada miércoles aparezca en los quioscos y se agote a las pocas horas -¡guarden el ejemplar de la boda de Kiko y Makoke que quedan pocos!-. Y, por si con eso no tenía suficiente, extendió la invitación a este modesto hombre confuso que les escribe. ¡Qué nervios! Evidentemente, allá que me fui.

'¿Qué me pongo? ¿Qué llevo? ¿Tendrá ya el primer ejemplar de su nueva novela en casa? ¿Esa Muriel de la que habla es quien todos tenemos en mente?'. Demasiadas preguntas para un jueves por la noche, pero claro, entiendan que uno no se enfrenta todos los días a un peso pesado de la crónica social, la literatura y la vida misma. Pilar Eyre es leyenda viva aunque ni lo aparente, ni, desde luego, se lo crea. De hecho, tengan por seguro que, ahora mismo, está pensando que eso de 'leyenda' la lleva a los tiempos de Tutankamon y que ya podría habérmelo ahorrado. Hablar con ella es asistir a una entrega especial de su 'No es por maldad'. Una diversión sin límites donde uno se quedaría horas escuchándola. Mírenme a mí, que a punto estuve de arrodillarme ante su presencia. Y creo que no fui el único de los presentes que se contuvo.

Pilar debería inaugurar ya su sección youtuber en la web de Lecturas. 'Kevin qué bien' y 'Pilar qué fetén'. Dos visiones completamente distintas de la crónica social analizando un mismo asunto. Dos edades, dos mundos, dos torbellinos. Seguro que, pese al vertiginoso ritmo de trabajo que mantiene, se prestaría encantada. Pilar Eyre merece un reality mucho más que María Teresa y Terelu juntas. Una cámara siguiendo las veinticuatro horas de una de las escritoras que más vende del país -el próximo libro es ya el número veinte en su currículum, ahí es nada-. Las promociones, las conexiones en directo con 'Sálvame', las firmas en la Feria del Libro, las noches, los días y, como no, Fender. Anoche, alguno de los presentes sugirió que el perro de Pilar debería tener su propia cuenta de instagram. Como el de Paris Hilton o el gato de Karl Lagerfeld. En este nivel estamos.

Sé que hoy debería haber analizado la gala de anoche, con la entrada de Mayte -¡che, che, documentasión!-, la injustísima expulsión de Pablo y su posterior huída viendo lo que se le venía encima y el regreso de María José Galera a la que fue su casa hace tropecientos años. Lo sé. Pero, como ven, tenía una excusa estupenda para saltármelo. Uno de esos momentos en los que uno se siente afortunado por trabajar en un sitio como Lecturas. Ay, disfruten del viernes, que yo ya lo hice ayer.