Qué difícil es escribir sobre algo que todo el mundo ha escrito. Qué difícil es hacerlo sin caer en sentimentalismos, en los lugares comunes que solo son permisibles a amigos y familiares, a los verdaderos seres queridos. Hoy todo es más triste sin la presencia de Mila Ximénez. Es una realidad poco discutible. Mila ha sido única y lo será a lo largo del tiempo. Mila lograba que nadie se quedase indiferente, que se la amase y que se la odiase, que se la criticase y se la aplaudiese. Puede que incluso todo a la vez. Mila jugaba a ganar aunque eso le supusiese un terrible dolor. No sabía hacerlo de otra forma. Posiblemente nunca lo hizo por mucho que eso hubiese hecho de su vida una más sencilla. También más aburrida, menos intensa, menos satisfactoria. Qué injusto es eso de vivió como quiso. Como si alguien pudiese darse en realidad ese lujo. A Mila no le tocaba irse. A nadie le toca pero a Mila menos. Todos pensábamos que volvería a bajar las escales del Deluxe, que retomaría su blog en Lecturas, que se sentaría a dar esa entrevista. “He ganado”, diría desde las páginas de esta revista, su revista, como tantas otras veces había hecho. No ha podido ser y hoy, sí, todo es más triste.
Para el que aquí escribe Mila ha sido una constante en gran parte de mi existencia. Era aquella espectacular mujer que aparecía en las crónicas de Marbella cuando todo era oro y fiestas. Era la misma que, tiempo después, entrevistaba desde las páginas de los periódicos a escritores, vividores y políticos. Era la que tantas veces había visto en imágenes junto a las contertulias de Encarna Sánchez. Era la que hablaba de esa 'oscura' Isabel Pantoja en 'Aquí hay tomate' y la que hacía el programa se disparase en audiencia. La que volvía a pisar la televisión en aquella locura que se llamaba 'Crónicas marcianas' y que muchos veíamos casi a escondidas de nuestros padres. Era la de 'A tu lado', la de las portadas de revistas, la que no tenía miedo a contar sus infiernos por mucho que eso supusiese dar munición a sus enemigos. Mila era, sin duda, la de 'Sálvame'. La de los enfados, la de los 'ni Mila, ni Milo, ni Milu', la de las risas y los bailes, la de los disfraces, pero también la de las entrevistas, las exclusivas y los bombazos. Mila era muchas cosas pero, sobre todo, era Mila.
Mila se ha ido en mitad de un estruendoso aplauso, de una explosión de amor unánime. El mundo se ha detenido unos segundos para rendir homenaje a una de las grandes. A alguien que tarde tras tarde se colaba en casa de millones de hogares para entretenerles, emocionarles y cuidarles. En Mila hemos visto a alguien muy fuerte con un corazón tremendamente vulnerable, a alguien que se desvivía por sus amigos aunque eso implicase reñirles de vez en cuando, a una fuerza de la naturaleza que creíamos imparable. Con Mila hemos reído, hemos llorado y nos hemos divertido. Dudo que haya quedado nadie que no se haya roto al escuchar, de nuevo, las primeras notas de su sintonía de 'Sálvame', esa que cantó de viva voz y que sonó durante tantas y tantas tardes. Era un golpe que no esperábamos. Y eso que ya nos habíamos llevado el peor. No ha habido un homenaje mejor que el que le han hecho sus compañeros con Jorge Javier a la cabeza. Recordando esa Mila que tan bien nos lo ha hecho pasar.
Podría pasarme horas escribiendo sobre Mila Ximénez. Sobre lo mucho que me sentía identificado con ella, con las muchísimas veces que he utilizado sus vídeos para expresar mis emociones, sobre lo mucho que disfrutaba viéndola en televisión. Qué difícil es pensar que nunca más volveremos a hacerlo. Este 23 de junio ha terminado una etapa. Empieza otra. No sabemos si será mejor pero seguro que no será tan divertida. Mila, te vamos a echar mucho de menos. A ver ahora quién saca de quicio a Patiño en directo. Menuda faena nos has hecho.