Madre mía, ¡qué mal trago! Uno de los peores episodios que he experimentado recientemente. ¡Qué digo peores! Uno de los más vergonzosos, de los más tremendos, de los que nadie podrá olvidar en mucho, mucho tiempo. ¡Escalofríos recorriendo mi espalda! Y no, no es por la cota de nieve, el frío o la lluvia. ¡Lo juro! Es algo un poquito más peliagudo. Por fin, Miguel, el concursante de 'GH', ha decidido arrancarse el peluquín. Quitarse el tupé, acabar con esa rata muerta de la cabeza, romper con la imagen 'perfecta' -o lo que él cree que es perfecta- que lleva arrastrando desde el principio del concurso. Y la verdad, ¡ya era hora! Tres meses esperando para esto han sido demasiados meses. Ya no quedaba nadie que no le hubiese pillado el truco. ¡Si hasta sus compañeros de casa le hacían bromas al respecto! Pero nada. No ha sido hasta que ha visto la final a la vuelta de la esquina cuando se ha animado a destaparse. Ay, pillín, pillín.
Miguel ha hecho de su tupé la mayor farsa de esta edición de 'Gran Hermano'. Ni nos creímos su llegada, ni, desde luego, nos hemos creído su salida. El show que organizó para quitarse el postizo delante de toda la audiencia y, de paso, acaparar muchos minutos de la gala de la semana es, posiblemente, una de las peores actuaciones que han pasado por la casa de Guadalix de la Sierra. ¡Qué teatro! ¡Qué bochorno! ¡Qué exceso sin sentido! Lejos de desprenderse del tupé sin mayores problemas, Miguel ha querido hacer de eso su momento de gloria televisiva. Su Rosa Benito ganando 'Supervivientes', su Belén Esteban derrotando a Olvido Hormigos, su Laura Matamoros cayéndose por las escaleras antes de llevarse el maletín. Pero no le ha salido como pensaba. Se notaba tantísimo que tenía el show preparado que resultaba imposible meterse en su piel.
Quitarse la peluca cuando nadie le acompañaba. Raparse llorando. Comenzar a darse besos en el espejo -pelos como escarpias de la vergüenza-. Decirse 'te quiero' a sí mismo. Tirar la máquina al suelo y pisotearla, como si no tuviese que volver a utilizarla nunca más. Correr al jardín a quemar el peluquín -¡cómo debía oler aquello!-. Ponerse a gritar, patalear y gesticular. Llevar la performance a un nivel tan alto que se notaba demasiado la preparación. ¿Cuánto tiempo habrá estado pensando y midiendo todos los pasos que debía dar para conseguir la mayor atención posible? Seguramente desde antes de entrar en el concurso. En el show de Miguel no quedó nada que no hubiese ensayado antes. 'Eres muy valiente', le dijo luego su madre. ¡Pero si solo se ha rapado la cabeza! Ni que hubiese rescatado a alguien de un edificio ardiendo...
Superar los complejos es algo realmente complicado. Quererse a uno mismo no es fácil. Mucho menos hacerlo delante del escrutinio de millones de personas. De ahí que, para cualquiera que haya sufrido en carne propia las consecuencias de no aceptar su cuerpo, ver el paripé del concursante debería bastarle para despertar el enfado. Miguel no está calvo. De hecho, tiene más pelo que muchos que creen tener pelo. Un poco de entradas y tal vez haya perdido volumen respecto a cuando era más joven. Son las consecuencias propias de la edad, pero no está calvo. Cuestión distinta es que no le dé para hacerse ese tipo de tupé, pero nada más. ¡Si hasta Alain le dijo que tenía pelo tras el espectáculo de la quema del postizo! Que no nos quiera vender la moto.
Miguel consiguió seducirnos con su vídeo de presentación. Nunca habíamos visto a nadie arrancarse la cabellera para entrar en 'GH'. Nos hizo creer que lo suyo iba a estar al nivel de Inma Contreras -'me gusta el oro, disfruto'-. Lástima que haya querido estirar tanto el chicle. ¡Si es que no ganamos para disgustos! Que le den el maletín a Adara y comencemos ya con el VIP. Toño, ve haciendo las maletas.