La televisión es tremendamente injusta. Bien lo sabe Terelu, que ha tenido que comerse una porra delante de media España para volver a tener un programa propio -cualquier ocasión es buena para meter una cuña de Terelu, ¿vale?-. Programas cancelados sin darles ni siquiera un par de oportunidades, presentadores con solvencia demostrada caídos en desgracia y hasta más de un inepto e inepta llevándose una sustanciosa nómina a fin de mes sin que sepamos muy bien por qué -¡no me hagan dar nombres!-. Nada que no ocurra en otros sectores, pero, claro, esto lo vemos cada día en nuestro salón y nos toca más de cerca. Esto es lo que pasa por mi cabeza cada lunes de madrugada cuando sintonizo Televisión Española. ¿Qué hace 'Destinos de película', el programa de conduce Màxim Huerta, a las 12 de la noche? Hay decisiones que a servidor se le escapan...
El tono del programa, el contenido, la idea y la duración hacen de 'Destinos de película' un producto que podría ocupar, perfectamente, el access al prime time -vamos, la hora de 'El Hormiguero'- de la cadena pública. Una noche dedicada a viajes y películas. ¡Más fácil imposible! Aprovechar que el formato recorre ciudades del mundo visitando los escenarios de películas míticas para, luego, tirar del archivo de la casa para programar alguna de las que se tratan esa semana. ¿Se imaginan un domingo por la noche, con la pereza de la cena y la resaca de la comida familiar, tirados en el sofá mientras pasean virtualmente por Londres, París o Roma? ¡Si es que lo tienen en bandeja! Pero nada, ni con esas. Alguien ha decidido que no hay mejor opción que las doce de la madrugada de un lunes. Madre mía, cómo está el patio...
La vuelta de Màxim Huerta a televisión venía precedida de grandes cantidades de morbo -nos gusta el espectáculo, ¡qué le vamos a hacer!-. Tras una década acompañando a Ana Rosa, su nombre comenzó a sonar como posible sustituto de Mariló en 'La Mañana' de La 1. Sin duda, era el fichaje que TVE ansiaba. El exempleado díscolo que abandona a su exjefa y se monta una tienda igual a tres manzanas. Una maniobra estupenda para fomentar la guerra y despertar la curiosidad del público -y, de paso, arañar algunos pocos miles de espectadores-. Pero el presentador fue más listo -o más prudente- y no entró en el juego. Hubiese sido la opción más fácil y, posiblemente, la que más repercusión mediática le hubiese generado, pero prefirió apostar por otro tipo de programa, consciente, suponemos, de que así no iba a quitarse de encima la alargada sombra de Ana Rosa.
Huerta se ha entregado a 'Destinos de película' en cuerpo y alma. Le vemos disfrutar el formato, sorprenderse a cada minuto con lo que le cuentan sus invitados y twittear cada programa como si le fuese la vida en ello. Ofrece datos, comparte fotografías de la grabación e interactúa con el público que ha trasnochado para verle. ¡Así es como se dinamiza la televisión a día de hoy! Y la audiencia parece que le ha respondido -teniendo en cuenta la hora-. Aunque lo que verdaderamente llama la atención es el cambio ¿vital? del presentador. Será el éxito como escritor, será el bagaje acumulado, será la sensación de volar libre, pero la evolución es evidente. Màxim Huerta gana cuando se suelta la melena y rompe ese caparazón público que se ha ido construyendo con el tiempo. Cuando se deja llevar y piensa menos en las consecuencias. ¡Ojalá se arranqué ya de una y se quite todo lo que lleva encima!
Si en Televisión Española saben lo que hacen -que es mucho presumir-, seguirán tentándole para que acabe presentando el programa matinal. Y si Huerta sabe también lo que hace, seguirá diciéndoles que no. El título de 'rey de las mañanas, heredero de Hermida' es tentador, pero para continuar evolucionando, hay que arriesgar. Además, ¿quién quiere madrugar con lo mal que sienta al cuerpo? ¡Digan NO a las ojeras!