Los extremos se tocan, ya se sabe. Y además, la psicología humana es muy puñetera a veces y lo que nos desagrada, nos atrae fatalmente. A mí me pasa con Raquel Bollo, por ejemplo. Me resulta hipnótica y atrayente, precisamente por lo que me desagrada. Pero me ocurre mucho más a lo grande con Maria Teresa y sobre todo, con su hija, Terelu Campos.
Terelu tiene algo fascinante, algo que engancha. A priori parecería la víctima propicia para nuestras críticas más feroces, pero ¿saben qué? Tiene la extraña capacidad de convertir en admiración culpable todo cuanto hace, dice o piensa. Repasemos porqué ocurre esto:
1. A priori sienta mal que ocupe un puesto que parece que no le pertenece. Es decir, no ha estudiado Periodismo (ni siquiera tiene más estudios que los básicos). Es evidente que su puerta de entrada a televisión es su madre. Pero lo cierto es que no hace nada mal su trabajo (que en realidad es cero intelectual). Comenta naderías y se sitúa en el centro de las polémicas por dinero. Es un trabajo que no requiere estudios y sí una valía específica que muchos de los que hemos estudiado periodismo, no tenemos.
2. Nunca ha sido elegante ni ha tenido buen gusto; pero sí dinero. La gente que se gasta dinerales en tratamientos de belleza y ropa y no le luce, produce cierta ternura. La falta de estilo, puede ser todo un estilo a reivindicar.
3. Terelu es una mujer en lucha constante. Ella no lo sabe, porque desconoce la teoría necesaria para articular su discurso, pero su vida es el esfuerzo mismo por encajar en unos cánones imposibles de belleza, delgadez, juventud y aparente felicidad que se nos exige a las mujeres. No sufre por sus carencias culturales, sino por no adaptarse a este absurdo ideal impuesto. Declaró sentirse “vieja, fea y gorda”, como si eso fuera lo peor que le puede pasar a alguien. Terelu es, en fin, hija de su tiempo, el epítome mismo de nuestra desquiciada cultura.
4. La colaboradora tiene, y sobre todo ha tenido, un sex appeal muy a flor de piel. De siempre ha sido una mujer con aspecto de ser primariamente ardiente en la intimidad. Yo he escuchado a muchos hombres, refinados en su mayoría, y también a alguna mujer decir que Terelu les ponía una barbaridad. Y me lo creo.
5. A Terelu le gusta el lujo cateto y la ostentación. Las marcas, los diseñadores obvios, lo caro, tener servicio, tener asistente, la decoración impersonal, el dinero. Le gusta, al fin y al cabo una fuente de insatisfacción constante. Siempre será poco lo que tenga.
6. 'Las Campashian', como se conoce ya popularmente el próximo docu-reality de las Campos (en claro homenaje a las Kardashian) promete ser un curso acelerado de “quiero y no puedo”; de periodismo aspiracional, de ansias de lucimiento propio y reconocimiento vacío y gratuito. Como una selfie audiovisual… Ellas, madre e hija, ansían retratarse y proyectar una imagen solvente, profesional y lujosa ante las cámaras… Y hacen patente ese refrán tan dolorosamente veraz de “Dime de qué presumes y pediré de qué careces”. Promete ser maravilloso.
7. A ella no le hace ninguna gracia el “Pim-Pam” con Pipi Estrada: Aquellas imágenes robadas con nightshot que ya son historia de la cultura popular española. Desde entonces al rozamiento tipo perreo, se le llama “hacer un Terelu”. No me digan que no es maravilloso.
8. Tal vez Terelu no ha inspirado sonetos de pie quebrado, pero gracias a ella existen proyectos tan fascinantes como Terelook, una web inenarrable, indescriptible y absolutamente maravillosa que disecciona los estilismos de la colaboradora.
9. No hay maldad en Terelu. Acaso sólo ignorancia. Criticar en general, está mal. Criticarla a ella también estaría fatal. Pero señalar alegremente sin situarnos por encima, sino mirando desde frente, conociéndola y reconociéndonos como iguales, es un gesto muy sano. Porque todos somos un poco Terelu en algún momento de nuestra vida, no me digan que no.