Los norteamericanos, que son muy de encender la polémica informativa con cualquier tema candente, andan ahora revueltos con el racismo en los Óscars.
Por segundo año consecutivo no hay un solo actor negro nominado. Y claro, rápidamente el hashtag #OscarsSoWhite se ha hecho con las redes sociales. Como siempre, se ha utilizado el tendencioso argumento de que el grueso de actores negros es sensiblemente menor, y que hay que nominar “a los mejores” sin mirar el color de la piel. Pero claro, esa decisión de quienes son los mejores, depende directamente de la Academia, compuesta en su mayoría por hombres blancos mayores de 70 años, algo que tampoco representa la pluralidad del cine ni de la sociedad norteamericana. La legítima reivindicación, secundada por intérpretes como Samuel L Jackson, nos hace evocar a la increíble Lupita Nyong'o recibiendo su Oscar en la edición de 2014 por '12 años de esclavitud', cuando agradeció su éxito a la lucha por los derechos sociales de los negros.
En su caso sería doblemente meritorio y visible, ya que también las mujeres se encuentran en una situación de exclusión, tanto de porcentaje en número de nominaciones (las directoras siguen siendo una exótica rareza en Hollywood) como en la imagen sesgada que ofrecen las películas. Las mujeres siguen siendo complementos del hombre, protagonista y héroe absoluto. Su papel sigue siendo en el cine un vergonzoso “Cariño ten cuidado” y poco más. La madurez en el cine está penada para las señoras. No se las contrata como protagonistas a partir de cierta edad y se las despelleja con crueldad cuando se operan, estiran y tratan de amoldar al único canon que se les exige: el de mujer delgada, tersa, con curvas y en edad fértil.
En este sentido, existe un baremo muy curioso para aplicar en la ficción, que se llama Test de Bechdel. Para pasarlo, se tienen que cumplir 3 normas muy básicas:
1 En la película salen al menos dos personajes femeninos.
2 Dichos personajes se hablan la una a la otra en algún momento.
3 Dicha conversación tiene que tratar de algo más que no sea un hombre (no limitado a relaciones románticas, por ejemplo dos hermanas hablando de su padre no pasa el test).
Estas tres simples reglas, si se aplicasen al revés, a los hombres, darían como resultado que la práctica totalidad de las películas estrenadas cumplen el requisito para los hombres, pero llama la atención la cantidad de películas que no pasan el test para ellas. (Desde la trilogía original de 'Star Wars' hasta la saga entera de 'Piratas del Caribe', pasando por 10 de 15 películas de Píxar).
Tampoco ayuda que, películas como 'Sufragistas', con la inconmensurable Meryl Streep, han sido obviadas en estas nominaciones. Los señores mayores y blancos que rigen los criterios de la Academia de Hollywood no consideran importante representar la lucha femenina, ni mostrar el cupo afroamericano de su sociedad. Parecen más interesados en perpetuar el estereotipo privilegiado del hombre blanco como protagonista absoluto de nuestro mundo. Una pena, penita, pena que comprobaremos una vez más el 28 de febrero (donde Marte de Ridley Scott se postula como gran favorita, por cierto).