Existe un fenómeno de difícil razonamiento y nula explicación que se da sólo en nuestro soleado país. Es un síndrome del que desconozco su alcance real, porque es muy difícil cuantificar cuánta gente lo padece.
Se trata, queridos todos, de un espontáneo acento andaluz al poco de iniciar un discurso. Por lo poco que se ha estudiado el caso, se sospecha que no interviene alcohol ni sustancias psicoactivas en el proceso, y a día de hoy no se sabe a qué se debe.
Como suele ocurrir con los fenómenos extraños, éste se ha puesto de manifiesto a través de un personaje popular, la muy profesional y muy vasca presentadora Anne Igartiburu. Por lo visto el otro día en Canal Sur (concretamente en el programa “Menuda Noche” de Juan y Medio) la vizcaína se vino arriba y sin darse cuenta mimetizó un repentino acento andalusí con el de unos niños que le preguntaban sin advertir en apariencia el cambio de tono de la presentadora.
Yo no vi Canal Sur, pero sí el programa Zapeando, en la Sexta, donde los colaboradores se explayaron con el tema y pusieron el corte en el que Igartiburu habla con el peculiar deje andaluz. Y me recordó a un madrileño bastante universal que también padece este extraño síndrome. Se trata de Alejandro Sanz, que creció en Moratalaz, un populachero barrio de Madrid en el que resulta más común la contracción “ejque” (por “es que”) que el ceceo y seseo propio del sur. Sin embargo el cantante echa mano a la mínima de un acento como de Écija, tal vez sin darse cuenta siquiera. Lo hemos visto en entrevistas, en momentos más o menos íntimos y en reportajes. El artista pasa de una pronunciación castellana a una del sur con una facilidad pasmosa.
¿Por qué? ¿Por qué sucede esto? Tal vez tuviera la solución Terelu Campos, la colaboradora -esta sí, andaluza- de Sálvame. En su caso, el acento (justificado, porque es oriunda de Málaga) va y viene según no se sabe qué rudimentos lingüísticos. Campos en una conversación fácilmente puede ir y venir de la pronunciación castiza a la andaluza 10 veces sin inmutarse. Su entorno además, parece más que acostumbrado a estos cambios.
Hace años, conocimos un caso parecido con el ex presidente Aznar, cuando sorpresivamente comenzó a hablar con un inexplicable acento tejano. Por supuesto fue motivo de escarnio y chufla por parte de la ciudadanía. Nadie podía imaginar que tal vez subyaciera la dolencia extraña que hoy me estoy planteando aquí.
Como no hay estudios al respecto, desconocemos el nombre de este peculiar mal y su alcance en nuestra sociedad. Pero las competencias pertinentes deberían investigar los porqués y la magnitud de este extraño fenómeno. Por mi parte, seguiré recopilando datos al respecto. ¡Continuaré investigando, miarma!