Hace unos días -prácticamente horas- que se estrenó el reality de Ana Obregón, Algo pasa con Ana', y ya huele a fracaso. Por supuesto se debe en parte a razones puramente televisivas: Se emite en un canal con poco predicamento (DKiss) y pese a lo que pueda parecer, hacer un buen reality no es nada fácil. No basta con poner a un personaje delante de la cámara y grabar. Requiere de sorpresa, improvisación, naturalidad y mucho trabajo para conseguir todo esto.
Pero sobre todo, es necesario un personaje a descubrir, como ha ocurrido con Terelu Campos en 'Las Campos', un relieve nuevo, algunos matices inesperados que sorprendan… Y eso, con Obregón, no ocurre.
Si se decide hacer un reality sobre Ana Obregón, debería ofrecer una imagen nada complaciente con la popular presentadora. Mostrar sólo lo que le favorece a ella, aleja a los espectadores.
La imagen cansina y poco realista de Ana Obregón en su reality se acerca más a un sainete que a la desnudez emocional que implica protagonizar un espacio así. Y llegados a este punto nos preguntamos ¿Cómo es realmente Ana Obregón? ¿De verdad es tan ficcionada y tan irreal su vida? ¿Acaso es plana y carece de registros más allá de lo que quiere aparentar? Porque entonces sería devastador para ella dar esa imagen. ¿O es que está disimulando y nos toma el pelo? En tal caso sería incluso peor.
La realidad cuando alguien se expone así, es que se amplifica con toda crudeza su personalidad, y Ana nunca ha sido un personaje 'guay'. Es lo que se ve y parece que no hay más. Muchas veces, acercar a los famosos supone la caída de un mito. Las redes sociales los humanizan hasta el bochorno, y muy pocos pasan la prueba y resultan interesantes.
¿Qué nos interesa de Ana Obregón? ¿Su hijo?, ¿Su ONG? Por supuesto que esas cosas tienen que aparecer en su reality, porque forman parte de su vida, pero como espectadores, queremos cotillear su despensa, sus sartenes, si ella es de edredón o de colcha… Y verla en pijama y sin maquillar, o de resaca, o cabreada como una mona, o poco favorecida, le haría ganar puntos, y sobre todo, credibilidad.
El mundo ha cambiado mucho y la forma de contar las cosas también. Trabajé en la industria discográfica cuando se empezaba a hundir y se veía venir que en un mundo cada vez más globalizado y accesible, no tenía sentido que se protegiera absurdamente a los artistas de las opiniones que no les eran favorables. Esa forma de trabajar, obsoleta y falsa, hace tiempo que ha dejado de funcionar. La gente no es boba. Mostrar una realidad ficcionada es llamar tonto al público.
Ojalá Ana Obregón reflote su imagen pública con transparencia, porque a estas alturas, si se quiere ser celebrity, hay que ser de carne y hueso. Ojalá sea capaz de asumir que las cosas han cambiado y la honestidad se premia.