Por CONCHI ÁLVAREZ DE CIENFUEGOS

 

Allá por 1996 vivimos eso que los expertos llaman un ‘baby-boom’, una explosión de nacimientos que venían de los vientres más famosos. Ese año nacieron Stella del Carmen, hija de Antonio Banderas y Melanie Griffith, Lola Orellana, la primogénita de Rosario Flores y Carlos Orellana, y también la primera hija de uno de los matrimonios más mediáticos de los noventa, Rocío Carrasco y Antonio David Flores. Rocío, que así se llamó la niña en honor a la abuela y a la madre de la pequeña, pronto se convirtió en ojito derecho de ‘la más grande’.

 

Fue habitual la estampa de la niña asomada al balcón de la casa familiar en Chipiona, mientras veían pasar la procesión de la Virgen de Regla, de la que tan devota era la Jurado y que tantas lágrimas de alegría le arrancó. Hoy esa niña, que se tenía que subir a los brazos de alguien para alcanzar a ver lo que ocurría en la calle, cumple la mayoría de edad.

 

Rocío Flores Carrasco desde hace un par de años vive con su padre, al lado de su hermana Lola, la pequeña que el exguardia civil tuvo en 2012 con su actual mujer, Olga Moreno. El colaborador televisivo siempre ha tratado de defenderla y de protegerla del asedio de la prensa, lo que ha garantizado que la joven pudiera llevar una vida normal como la de cualquier chica de su edad. De hecho, Antonio David, en un intento por alejar a la niña del foco mediático, le propuso irse a estudiar al extranjero, pero ella ha preferido seguir en Madrid, sin distanciarse de sus compañeros, esos que tan importantes son en la vida de una adolescente.

 

Flores mantiene una muy buena relación con su tía Gloria Camila Ortega, con quien se lleva algo menos de dos años (aparecen juntas en la foto inferior de este artículo). Crecieron juntas  y han seguido manteniendo una estupenda relación más cercana a la que podría mantener con una amiga, que a la que tendría con una tía al uso.  

 

De momento, Rocío quiere continuar estudiando, formándose, y en ella no asoma un resquicio que tenga que ver con el mundo de la farándula. No parece ser como Lola Orellana, de quien hablábamos hace unos días tras alcanzar los 18 años, que desea con todas sus fuerzas ser actriz y que ya se está preparando para ser una buena intérprete el día de mañana.

 

La joven tampoco se parece a otra de sus compañeras de año, Stella del Carmen, a quien ya hemos visto en Photocalls al lado de su madre (el último fue para Chanel) y de quien se dijo que pedía una astronómica cifra por acudir como imagen a eventos y fiestas. Rocío parece ser más discreta que todo esto.

 

Tanto ella como su familia, desea seguir llevando una vida normal, como la de cualquier adolescente, que sale con sus amigos, estudia y que sólo ven una cámara cuando sacan el móvil para hacerse los consabidos ‘selfies’. Nosotros sólo podemos felicitarla y desearle que estos 18 sean inolvidables.