Pasaban unos minutos de las 20:00 de la noche del 23 de abril cuando José Ortega Cano ingresaba voluntariamente en la cárcel de Zuera (Zaragoza) para cumplir su condena de dos años y medio de prisión por homicidio y conducción temeraria bajo los efectos del alcohol.

El torero apuraba el plazo para entrar voluntariamente en la prisión, que vencía hoy, 24 de abril. Ortega Cano no llegaba acompañado de ningún familiar. Ni su pareja, Ana María Aldón,  hijos, Gloria Camila y José Fernando, ni sus hermanos, le acompañaban en el que, sin duda, era el momento más duro de su vida y cuando afronta una de las etapas más duras y solitarias.

Solo, en el momento más duro de su vida

Ortega Cano llegaba en un monovolumen granate, acompañado de su abogado, Enrique Trebolle, vestido de negro, con las manos en los bolsillos de la chaqueta y tratando de ocultar su semblante preocupado tras unas gafas de sol. En silencio. Dando la cara ante la prensa pero sin responder a ninguna de sus preguntas. De nada había servido su petición de indulto y, tras agotar todos los recursos en su haber, acataba la orden de ingreso dictada por el Juzgado de lo Penal número 6 de Sevilla.

El accidente que ha llevado a Ortega Cano hasta la cárcel ocurrió la noche del 28 de mayo de 2011, hace casi tres años. Aquel día conducía por la carretera que va de Burguillos a Castilblanco de los Arroyos, en Sevilla y chocó de cara contra el vehículo conducido por Carlos Parra, que murió en el accidente. A pesar de haber insistido una y otra vez en su inocencia y haber negado que esa noche ingiriera alcohol, numerosos testigos declararon en el juicio que conducía de forma temeraria y que le habían visto beber antes de coger el coche. El juez finalmente consideró que, efectivamente, conducía bajo los efectos del alcohol, delito que le fue sumado al de homicidio y conducción imprudente.

Comienza ahora una nueva etapa en su vida para Ortega Cano tras su ingreso en la prisión, poco después que la eludiera su hijo, José Fernando.