Tengo una relación complicada con Isabel Pantoja. Durante toda esta época en la que hemos estado hablando de su ingreso en prisión no sabía qué hacer. ¿Llamarla? ¿Ponerle un mensaje sabiendo que al día siguiente íbamos a seguir hablando de ella en términos poco agradables?



 

Yo le pedía consejo a Raquel Bollo. Y ella siempre me respondía lo mismo: “Haz lo que te salga, pero si le escribes seguro que te lo va a agradecer”. Al final, lo hice: “Hola Isabel. Hace mucho tiempo que no hablamos y tampoco sé si te apetece hablar conmigo. Pero sí que me gustaría decirte que espero que todo esto pase lo antes posible y puedas volver a recuperar tu vida normal. Tengo ganas de verte”. Tardó diecinueve minutos en contestarme: “Gracias. Un beso”. Y a los veinte segundos, el remate: “Me extraña que ahora sea para ti Isabel”.

 

Así es la Pantoja. Las tira con bala. Le contesté inmediatamente: “¡Oye!, que te  he puesto Isabel porque me parecía que la situación no era de gracia. Pero vamos, que para mí sigues siendo Maribel. Por whatsapp y en la tele”.  Luego me he enterado que durante todo el proceso previo a su entrada en la cárcel ella no ha entendido que yo no le enviara algún mensaje. Y no lo hice por pudor, por temor a que no quisiera tener ningún tipo de relación con los miembros de un programa que es muy crítico con cada una de sus actuaciones.

 

“Pero es que a ti te tiene un cariño especial y ella pensaba que tú a ella también, que era verdadero”, intenta explicarme la Bollo. Ahora ya no hay nada que hacer. Pero tenemos una conversación pendiente.