El constructor austríaco Richard Lugner, de 81 años, quería cumplir su sueño de ir con una voluptuosa y joven mujer al Baile de la Ópera de Viena, que tenía lugar anoche.

La elegida fue Kim Kardashian (33), que cobró la nada despreciable cifra de 250.000 euros por llegar de su brazo y sentarse con él en el palco. La 'it-girl', con una tensa sonrisa, hizo su entrada con un vestido de raso con transparencias negras en la parte superior y la espalda al aire, marcando sus curvas.

Excentricidades de diva

Kim, que el día anterior ya había conseguido llamar la atención de los austríacos al dejar plantados a sus admiradores cinco minutos después de comenzar a firmar autógrafos, puso sobre la mesa una serie de exigencias que Lugner estuvo dispuesto a complir.

Además de exigir estar solo con él en el momento del baile, impidiéndole que la fuera a recoger al aeropuerto, por ejemplo, o que bailaran juntos (alegando que bailar es algo que no se le da bien), quiso dos cunas para su hijo North West en la suite donde se alojaba, coches de lujo a su disposición y una marca especial de agua para ella.