La casa de El Rocío de Isabel Pantoja, su refugio tras dejar Cantora, al detalle

Isabel Pantoja adquirió esta espectacular casa en 2001. Se encuentra en un emplazamiento privilegiado de la aldea de El Rocío en Almonte (Huelva) y la compró a un precio muy asequible para todas las comodidades y el espacio del que dispone: 93.000 euros. En 2016, la puso a la venta por un millón de euros, multiplicando exponencialmente su precio. La tonadillera está muy vinculada a este refugio de estilo rústico pues la relaciona a recuerdos felices, entre ellos, el mejor momento de su relación con Julián Muñoz. 

La decoración y disposición de la casa de El Rocío de la tonadillera es la típica de una vivienda de campo. Amplia, de paredes regias con altos techos donde hay distribuidos cuadros y fotos con imágenes familiares y rurales, con trofeos taurinos y de caza, y repisas llenas de botijos y elementos de cerámica. En esta imagen, el detalle de las rejas de la casa, con las iniciales FR de Francisco Rivera. En la planta baja, hay un enorme salón con chimenea. Cada una de las plantas cuenta con su propia cocina equipada; sin embargo, el espacio que despierta más envidias es el precioso porche techado adornado con plantas aromáticas y teñido de color por las flores que tiene, además, su barra de bar propia.

Antaño fue punto de encuentro familiar, no solo para disfrutar y participar en las romerías. Hay espacio suficiente para acomodar a toda la familia Pantoja y, además, es un lugar más tranquilo y en el que encontrar tanta privacidad como en Cantora. En la planta superior de la casa se hallan varias habitaciones con cama de matrimonio y la vivienda cuenta en su planta baja hasta con sus propias cuadras con espacio para varios caballos y carretas.

En esta imagen de 2017, Irene Rosales con su hija Ana en brazos, entra y sale de la casa. En aquella ocasión, Kiko Rivera volvía abrir las puertas de la casa, después de cinco largos años cerrada, cuando tocó fondo con sus adicciones. Fue una etapa especialmente difícil para el Dj y para el matrimonio que, tiempo después, confesaron no haberse sentido apoyados por la tonadillera.