Son muchas las mujeres que conviven a diario con las pérdidas de orina. Según datos del Observatorio Nacional de la Incontinencia (ONI), 5 millones de españolas sufren este trastorno, que históricamente se ha vivido como un tabú. Romper con esta espiral de silencio y consultar con un especialista es esencial para solucionar un problema tan incómodo como evitable.

Factores que la favorecen

Pese a que esta dolencia puede afectar a cualquier mujer, hay ciertos factores de riesgo a tener en cuenta. Algunos no pueden modificarse, como la edad, los cambios hormonales de la menopausia y el número de embarazos y partos, pero otros sí. Pregúntate si...
¿Te sobran algunos kilos? El sobrepeso y la obesidad provocan que los músculos del suelo pélvico deban soportar más presión, por lo que pueden debilitarse.
¿Fumas? La relación del tabaquismo con la tos crónica puede facilitar la aparición de la incontinencia.
¿Haces deporte? Llevar un estilo de vida activo es positivo, pero hay que tener en cuenta que ciertos ejercicios, como las clásicas abdominales, pueden debilitar el suelo pélvico al aumentar la presión sobre los esfínteres.

¿Cómo es tu incontinencia?

Existen distintos tipos de incontinencia urinaria. Los más comunes son:

De esfuerzo. La pérdida de orina coincide con la actividad física abdominal como por ejemplo reír o toser. Este tipo de incontinencia puede venir provocada por el embarazo y el parto, ciertas prácticas deportivas, el envejecimiento, la menopausia o la herencia familiar.
De urgencia. Las pérdidas se producen debido a que se siente, de repente, un fuerte deseo de orinar.
Por rebosamiento. En este tipo de incontinencia se tiene la sensación de que la vejiga está siempre llena, y las pérdidas se manifiestan en forma de goteo.

Así debes actuar

Se calcula que una de cada tres afectadas no acude al médico por vergüenza. Un grave error porque acudir al especialista ante los primeros signos del problema es de una importancia capital, ya que la detección precoz permite realizar un tratamiento más simple y, probablemente, con más garantías de éxito.
Una vez diagnosticado el trastorno, el médico puede proponer un tratamiento conservador, que cuenta con dos fases: la administración de fármacos especializados y llevar a cabo actividades rehabilitadoras.
En la rehabilitación se incluye desde la reeducación miccional hasta movimientos para fortalecer el suelo pélvico (mediante sencillos ejercicios como los de Kegel), así como proponer un cambio de hábitos.

Los casos graves también se tratan

Cuando las medidas anteriores no solucionan el problema se procede a un estudio urodinámico para evaluar el funcionamiento del esfínter y de la vejiga. Esto permite afinar el diagnóstico y probar distintas alternativas no invasivas antes de llegar a la última opción, la cirugía. Lo más frecuente en los casos en los que hay que operar es colocar una pequeña malla debajo de la uretra. Gracias a ella se evita la salida involuntaria de la orina.

¿Cada cuánto vas al baño?

Si vas poco porque estás atareada y prefieres posponer la micción hasta hacer un parón en tu actividad, debes saber que este hábito puede favorecer la aparición de la incontinencia.
La vejiga sufre si te aguantas las ganas de ir al baño, porque se distiende y eso incrementa el riesgo de que la zona pierda tono muscular y elasticidad. Esto aumenta el riesgo de sufrir pérdidas.
Ir a menudo tampoco te conviene. Si lo haces mucho favoreces que la vejiga se acostumbre a no retener cantidades normales de líquido, aumentando cada vez más las ganas de ir al baño.

Llevar un diario puede ser de gran ayuda

Registrar la frecuencia de los escapes y otros síntomas asociados a las pérdidas en un diario es útil para detectar ciertos hábitos que pueden agravar el trastorno. Por ejemplo, tras revisar el diario miccional el médico puede darse cuenta de que la afectada bebe mucho líquido por la noche, o que suele tomar alimentos picantes, cítricos, té y café... lo que favorece las pérdidas de orina.