Con la exfoliación conseguirás una limpieza profunda en la que eliminarás las células muertas que se van acumulando en la piel y también las impurezas y la suciedad. Asimismo, mejorarás la microcirculación y favorecerás que los activos de los tratamientos que te apliques a continuación se absorban mejor y sean más eficaces. ¿Resultado? Una piel más suave, sin rugosidades, lisa y luminosa.
Tipos de exfoliación
Exfoliante mecánico o scrub. Son cremas que contienen micropartículas sólidas (de jojoba, bambú o polietileno) ideales para pieles resistentes y grasas y para zonas más rugosas como pies, rodillas y codos. En la piel del cuerpo se recomienda aplicar el scrub con un guante de crin o cepillo.
Exfoliante enzimático. Estos incluyen sustancias que deshacen las células muertas, como los extractos naturales de piña y papaya. Son ideales para las pieles finas, sensibles o zonas más delicadas del cuerpo, como el cuello y escote. Si tienes la piel sensible extrema las precauciones para no provocar irritaciones. Usa exfoliantes suaves que pueden hacer una exfoliación leve.
Consejos de aplicación
Piel limpia. El exfoliante se debe aplicar sobre la piel limpia y húmeda, para que sea más eficaz. El mejor momento es después de la ducha o el baño ya que el agua tibia abre los poros. Siempre puedes crear tus propios exfoliantes caseros naturales.
Con un masaje. Se recomienda aplicar el exfoliante con un masaje suave y con movimientos circulares. En las piernas, desde los pies y en sentido ascendente, para favorecer la circulación y el retorno de sangre al corazón. En el vientre, con movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj, y en las zonas más delicadas, con mayor suavidad. En la exfoliación facial, insiste en las aletas de la nariz y, en la corporal, en talones, rodillas y codos.
Después de la exfoliación. Hay que hidratar la piel para cuidar la barrera cutánea y evitar resequedad.
Precaución. Nunca hay que exfoliar la piel recién depilada ni quemada por el sol.